de Nicetas Stethatos

de «Cien capítulos gnósticos sobre la caridad y la perfección de la vida»

50 . Con el crecimiento de la edad espiritual, en los que trabajan con celo, crece juntamente y por naturaleza también el Señor nuestro Jesucristo. Cuando ellos son niños, necesitados de alimento, se dice que maman la leche de las virtudes iniciales del ejercicio del cuerpo, cuya utilidad es poca para aquellos que crecen en las virtudes y que poco a poco abandonan la infancia. Cuando luego se hacen jóvenes, se nutren con el alimento sólido de la contemplación de los seres, habiendo ejercitado los sentidos del alma, se dice que progresan en estatura y en gracia, y se sientan en medio de los ancianos y desde la oscuridad develan para ellos las cosas profundas.

Cuando, perfectos, son unidos al hombre perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo, se dice que anuncian a todos la palabra de la penitencia, enseñando a los pueblos las cosas del reino de los cielos, y se apresuran hacia la pasión. Ya que este es el plazo de cada uno de los que se hacen perfectos en las virtudes: luego de haber atravesado todas las edades de Cristo, afrontar la pasión de las tentaciones como su cruz.

54 . Quién siembra en sí lágrimas de compunción por la justicia, recoge, como fruto de vida, una alegría inexpresable. Quién busca y atiende al Señor, mientras llegan los productos de su justicia, siega la espiga abundante del conocimiento de Dios, es iluminado por la luz de la sabiduría y será transformado en lámpara de luz eterna, para iluminar a todos los hombres. No codiciará para sí ni para el prójimo la luz de la sabiduría que le ha sido dada ocultándola de los ojos de los hombres, sino que proferirá palabras buenas en la asamblea de los fieles para la unidad de muchos y hará resonar cosas misteriosas desde el principio, todo cuanto ha oído de lo alto, haciendo eco del Espíritu divino, cuanto ha conocido dedicándose a la contemplación de los seres y lo que sus Padres le han contado.

55 . A todo celante, en el día en el cual haya llegado a la perfección de la virtud, le sucederá que los montes de la práctica de los mandamientos de Dios destilarán para él una dulzura de júbilo; para él que reina en Sión con mente pura. Las cimas, esto es, las razones de las virtudes, harán fluir leche nutriéndolo mientras él reposa sobre el lecho de la impasibilidad. Todas las fuentes de Judas, de su fe y de su conocimiento, harán fluir aguas, doctrinas, parábolas y enigmas de las realidades divinas; y una fuente de sabiduría inefable saldrá de su corazón como de un templo del Señor e irrigará el torrente de los juncos, esto es, los hombres mismos secados en la aridez y en el escozor de las pasiones. Entonces conocerá en sí mismo el verdadero fundamento de la palabra del Señor: El que crea en mí… De su seno correrán ríos de agua viva.

76 . La ley de la carne domina al hombre durante todo el tiempo que él vive carnalmente; pero, si muere para el mundo, se libera de esa ley. Estar muertos para el mundo no es otra cosa que ser mortificados en los miembros del cuerpo, y lo somos cuando podemos llamarnos partícipes del Espíritu Santo, y somos reconocidos como tales cuando ofrecemos a Dios los frutos dignos del Espíritu: amor por Dios con toda el alma y por el prójimo con toda disposición interior; alegría del corazón que surge de una conciencia pura; paz del alma por la impasibilidad y la humildad; bondad de los pensamientos del intelecto; magnanimidad en las tribulaciones y en las tentaciones; dulzura en la modestia de los hábitos; fe íntima en Dios que nunca duda; benignidad que viene de la humildad y de la compunción, y en general continencia de los sentidos.

Cuando fructificamos así para Dios, nuestro objetivo está fuera de la ley de la carne y no hay contra nosotros ley que nos castigue por los frutos que, viviendo todavía en la carne, hayamos producido para la muerte; de hecho, hemos sido liberados de su ley porque somos corresurrectos con Cristo mediante la libertad del Espíritu, como de las obras muertas.

78 . Puesto que la sagrada escritura es interpretada de manera espiritual y los tesoros que se encuentran en ella son revelados a los espirituales del Espíritu Santo, el hombre psíquico no puede acogen en él a la revelación, no siendo capaz de concebir y escuchar, más allá del curso de sus pensamientos, ninguna otra cosa que sea dicha por los demás. De hecho, ni siquiera tiene en sí al Espíritu que escruta las profundidades de Dios y las cosas divinas; sino que solo posee el espíritu del mundo, material, lleno de celos y de envidia, de contienda y de división, por el cual existe también la estupidez, y por el que escruta el pensamiento e investiga el significado de la letra.

No pudiendo conocer que todas las cosas de la Sagrada Escritura, aquellas divinas y aquellas humanas, deben ser interpretadas espiritualmente, ridiculiza a quienes las interpretan así, y no llamándolos espirituales ni movidos por el Espíritu, sino «místicos», disuade en cuanto le es posible, y echa por tierra – como Demas – sus palabras y sus conceptos divinos. No así el espiritual que juzga todo movido por el Espíritu divino, y no puede ser juzgado por ninguno, ya que en él está el intelecto de Cristo que ninguno puede instruir.

del volumen tercero de Filocalía, editorial Lumen. Páginas 469, 471, 481 y 482

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