La paz del corazón
«Si os sentáis en una habitación y os decís: Estoy en la presencia de Dios; al cabo de un instante os preguntaréis cómo se puede llenar esta presencia de una actividad que ahogue la inquietud… ¿Y ahora qué hago? ¿Qué puedo decir a Dios? ¿Cómo me dirijo a Él? Es tan silencioso… ¿De veras está aquí? ¿Cómo podré tender un puente entre esta ausencia muda y mi inquieta presencia?».
«Certitude de la foi» – Anthony Bloom – París 1973
«El silencio de Dios es la realidad más difícil de llevar al comienzo de la vida de oración y sin embargo es la única forma de presencia que podemos soportar, pues todavía no estamos preparados para el fuego de la zarza ardiendo. Es preciso aprender a sentarse, a no hacer nada delante de Dios, sino a esperar y gozarse de estar presente al Presente eterno. Esto no es brillante, pero si se persevera, irán surgiendo otras cosas en el fondo de este silencio e inmovilidad.
«¿Qué sucede en el interior de este silencio? Tan solo una bajada cada vez más vertiginosa hacia las profundidades de nuestro corazón, donde habita ese misterio de silencio que es Dios. Por eso hay que callarse, mirar, escuchar, con un amor lleno de deseo…. La perseverancia en la oración no tiene, pues, como objeto enseñarnos este rostro de Cristo desde fuera, sino hacernos excavar más profundamente para que surja de nuestra propia profundidad».
Kierkegaard dice: «La oración no está fundada en verdad cuando Dios escucha lo que se le pide. Lo es, cuando el que ora continúa rezando hasta que sea él mismo el que escuche lo que Dios quiere. El que ora no hace más que escuchar».
de «La oración del corazón» de Jean Lafrance
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