La virtud del Nombre

QUE ES MÁS ADMIRABLE DESARRAIGAR LOS VICIOS DEL PROPIO CORAZÓN


VIII. Y en verdad que es mayor prodigio extirpar de la propia carne los retoños de la lujuria que lanzar de un poseso los espíritus inmundos que le atenazan. Es un signo más excelente y magnífico coartar por la virtud de la paciencia los movimientos de la ira que imperar a las potestades de los aires. Es más difícil alejar del propio corazón las mordeduras de la tristeza que nos devora, que expeler las enfermedades y fiebres corpóreas que aquejan a los demás. En fin, es por muchas razones una virtud más noble y de mayores quilates curar los desmayos del alma que las debilidades físicas de nuestros semejantes. Y es que cuanto más el alma se eleva sobre la carne, tanto más preciosa es su curación, y cuanto es ella de más excelente y superior naturaleza, tanto más funesta y deplorable es su ruina.

IX. Con respecto a las curaciones que afectan al organismo, se ha dicho a los apóstoles: «No os alegréis porque los demonios se os sometan». Puesto que no era su poder personal la causa de estos prodigios, sino la virtud del nombre a quien invocaban. Y he aquí por qué el Señor les amonesta a no reivindicar felicidad ni gloria por lo que es solo producto de la potencia y virtud de Dios. Únicamente pueden aspirar a ellas apoyándose en la pureza íntima de su vida y de su corazón, que les merece tener sus nombres escritos en el cielo.

De «Colaciones II» de Juan Casiano – En la segunda conferencia del Abad Nesteros.

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