La paz del corazón
Cuando hayais suprimido, en lo exterior, las distracciones; cuando hayais en lo interior renunciado a los pensamientos, vuestro espíritu despertará a las obras y las palabras espirituales.
El comercio con vuestros prójimos y amigos será cambiado por vuestra relación con las distintas virtudes. No existirán más los vanos discursos inseparables de las relaciones mundanas: la meditación y la elucidación de las divinas palabras impresas en vuestro espíritu iluminará e instruirá vuestra alma.
El relajamiento de los sentidos es una cadena para el alma; cuando son sujetados ella recobra libertad…detened entonces las frecuentaciones con lo exterior y batallad en vuestro interior con los pensamientos hasta haber hallado el lugar de la oración pura, la casa donde habita Cristo; Él os iluminará por su ciencia, os deleitará por su visita y os hará encontrar alegría en las pruebas sufridas por Él y por haber rechazado, como lo hubieráis hecho con la amargura, los placeres del mundo.
Las ocupaciones mundanas imprimen recuerdos en el alma de la misma forma que los pies dejan su huella sobre la nieve…si en la práctica vagamos con nuestros pensamientos alrededor de ataduras frecuentemente irrazonables, ¿cuándo haremos morir el sentido de la carne?. ¿Cuándo viviremos la vida según Cristo que hemos abrazado?
Abandonando la sociedad del mundo se cumple materialmente la práctica de las virtudes. Pero para grabar en vuestra alma los buenos recuerdos, para lograr que las palabras divinas fijen allí voluntariamente su residencia, es necesario , mediante oraciónes sostenidas y acompañadas de compunción, borrar de nuestra alma el recuerdo de acciones anteriores.
La iluminación producida por el recuerdo perseverante de Dios, unido a la contricción del corazón, corta los malos recuerdos como una navaja…permaneced en la colmena de vuestro monasterio y, desde allí, esforzaos por penetrar en el «castillo» interior del alma, en la mansión de Cristo donde reinan sin contradicción, paz, alegría y quietud.
Renuncia a recuerdos y pensamientos
(pags. 159/60/61 de «La Filocalia de la Oración de Jesús»)
Ed. Lumen, Argentina 1979
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