La paz del corazón
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Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.
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En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
[Extracto del Mensaje del Papa Francisco sobre la cuaresma 2014]
«¿soy podre de espíritu, pobre dentro, abandonado en todo Dios? ¿Soy libre y estoy desapegado de los bienes terrenos? ¿Qué representa el dinero par mí? ¿Trato de seguir un estilo de vida sobrio y simple, como conviene a quien quiere testimoniar el evangelio? ¿Tomo en serio el problema de la espantosa pobreza no elegida sino impuesta a tantos millones de hermanos mío?» Publicada el 8 de Octubre 2013, texto completo
Señores Fraternidad monástica.
Es muy importante para mi los correos que recibo de la fraternidad toda vez que vivo una situación fuerte en mi vida y requiero de. Dios y de Ustedes. Mi consuelo es Dios y los seres cercanos a El.
Gracias Señores de la Fraternidad Monástica.
No hay que dar gracias, es nuestra misión.
Oh mi buen Jesús, hazme pobre para poder vivir permanentemente contigo, para estar a tu lado, para escuchar mejor tu Palabra y para ponerla en práctica. Hazme pobre de espíritu para alcanzar
tu amor.