La paz del corazón
Cada momento y cada acontecimiento de la vida terrena de todo hombre siembra algo en su alma.
Pues como el viento lleva millares de invisibles y visibles semillas aladas, así la corriente del tiempo lleva consigo gérmenes de vitalidad espiritual que se depositan imperceptiblemente en el espíritu y la voluntad de los hombres. La mayor parte de estas innumerables semillas perecen y se pierden, porque los hombres no están preparados para recibirlas; pues semillas tales como éstas no pueden brotar en otra parte sino en el buen terreno de la libertad y el deseo.
Cómo puedo recibir las semillas de la libertad si estoy enamorado de la esclavitud y cómo puedo acariciar el deseo de Dios si estoy lleno de otro deseo opuesto?
Si yo buscara a Dios, cada acontecimiento y cada momento sembrarían, en mi voluntad, granos de Su vida, que un día trotarían en cosecha de milagro.
Porque es el amor de Dios el que me calienta bajo el sol y el amor de Dios el que hace caer la fría lluvia. Es el amor de Dios el que me alimenta en el pan que como, y Dios quien me alimenta también por el hambre y el ayuno. Si echaran raíces en mi libertad, y si de mi libertad surgiera Su voluntad, yo me convertiría en el amor que Él es, y mi cosecha sería Su gloria y mi gozo.
Y yo crecería junto con millares y millones de otras libertades para convertirme en el oro de un enorme campo en alabanza de Dios, cargado de aumento, cargado de trigo.
Si en todas las cosas considero sólo el calor y el frío, la comida o el hambre, la enfermedad o el trabajo, la belleza o el placer, el éxito o el fracaso y el bien o el mal materiales que mis obras han logrado para mi propia voluntad, sólo hallaré el vacío, no la felicidad. No seré nutrido, no hallaré plenitud. Pues mi alimento es la voluntad de Aquel que me hizo y que hizo todas las cosas para darse a Sí mismo a mí a través de ellas.
Mi principal cuidado no debería ser encontrar placer o éxito, salud o vida, dinero o descanso, ni aun cosas como la virtud o la prudencia, ni mucho menos las opuestas: dolor, fracaso, enfermedad, muerte. Sino que, en todo lo que ocurre, mi único deseo, mi único gozo debería ser el saber: “He aquí lo que Dios quiso para mí. En esto se halla Su amor y, al aceptarlo, puedo devolverle Su amor y con éste entregarme a Él, y crecer en Su voluntad hacia la contemplación, que es la vida eterna”.
Y recibiendo Su voluntad con gozo, y cumpliéndola con alegría, tengo su amor en mi corazón, pues mi voluntad es ahora lo mismo que Su ar y estoy en camino de llegar a ser lo que es Aquel que es Amor. Y aceptando de Él todas las cosas recibo Su gozo en mi alma, no porque las cosas son lo que son, sino porque Dios es Quien es, y Su amor ha querido mi gozo en todas ellas.
Thomas Merton
Semillas de Contemplación
CADA ACONTECIMIENTO DE LA VIDA DEJA UNA ENSEÑANZA, LO BUENO PARA
CONSERVARLO Y LO MALO PARA NO REPETIRLO…
PAZ Y BIEN, MI DIOS Y MI TODO, BENDICIONES
El espíiritu de Dios sopla donde quiere y con el sus semillas, semillas que brotan desde la sin razón humana, porque ésta razón es muy limitada, inmensamente pequeña para dar cuenta de la plenitud inconmensurable de luz viviente y de amor sin fin que emana del padre, esta razón que nos liga y nos empuja a pedir razón de las cosas, a los éxitos personales, al prestigio, al estatus social, que nos hace creer que somos mejores y merecedores de todo, incluso de la virtud, esta ambición del deseo esclavizante que no cesa y que incluso se alimenta de buenos sentimientos , son el herbicida que no deja germinar nuestras semillas.
El espíritu de Dios sopla donde quiere y con el sus semillas, dejemos que germinen hermanos, todo pasa, todo pasa, vamos de paso como peregrinos en este mundo y cuando llegue el momento debemos dejar todos estos accesorios con el que nos revestimos a lo largo de nuestras vidas y marcharnos libres al encuentro de Dios (luchemos por este encuentro) con los frutos de las semillas que germinaron en nuestro corazón.
Hermana María un abrazo, Dios la acompañe, la ilumine, la cubra con su manto.
Gracias, John.
Para Hna. María: Espero que el Señor llegue a consolar lo que es inconsolable –e incomprensible- desde el punto de vista humano. Ojalá lleguemos también a percibir el amor entrañable de Dios que late “por debajo” de esas duras pruebas… muchas de las cuales nos enseñan a que nuestra vida sea sólo y únicamente un buscarle a Él, por Él mismo y no por lo que nos da, lo cual sugiere más bien un buscarnos a nosotros mismos, como ocurre tantas veces, inconscientemente.
…Bueno es recordar la naturaleza de las «desolaciones»…y discernirlas. Aliviaría quizá…, aunque es normal no ver nada ni tener ganas de nada en plena tormenta y oscuridad.
Sin embargo, vendría bien recordar esa parábola de «la semilla que crece sola»…, o más bien, que sólo Dios la hace germinar y crecer…(«sin que sepamos cómo»),…cuando ésta consiente en «dejarse partir» y abandonarse, o bien, si ejercemos de «sembradores», cuando le dejamos a Él su cuidado. Se sea semilla o sembrador/a, siempre es cosa Suya, no nuestra. Las semillas quedan en el hondón de la tierra del corazón, esperando ese «consentimiento de amor» por parte nuestra y por pura fe, es decir, por un puro fiarse de Aquel a quien se ama o se desea amar con todo el corazón, en todas las horas…, aunque no lo sintamos, ni entendamos nada, y sólo parezca quedar un enorme vacío interior…Las impresiones (también las falsas) no siempre indican realidad. Son momentos «cruciales». El Señor nos anima entonces a “permanecer” en Él, a esperar y a aguantar el “temporal”…mirándolo en su cruz. También a apoyarnos en quienes bien nos quieren y, como decía Santa Teresa, a dedicarse a «obras de caridad y exteriores», porque no se está para nada más.
Un abrazo silencioso…(Perdón por tanta palabra…)
«Decía a la gente: «El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»” (Mc 4, 26-29)
Gracias, Hermana, vecina mía.
Si “Cada momento y cada acontecimiento de la vida terrena de todo hombre siembra algo en su alma “no entiendo, no encuentro lo que ha sembrado en mi alma la muerte de mi hermana, mi única hermana. No entiendo que Dios no haya hecho el milagro de la sanar y de me llevar a mí, no entiendo: en tres semanas mi hermana enfermó y ha muerto. Hasta ella, que era médica, ignoraba que estaba enferma. ““He aquí lo que Dios quiso para mí.” En mí lo aceptaría, en mi hermana, llena de vida, de proyectos, volando de congreso en congreso, con su marido, sus hijas y sus nietas, no lo acepto y no lo entiendo. Espiritualmente hay algo que ha muerto en mí. Aunque tenga recuperado un poco, transporto en mí una inmensa soledad, una comunicación perdida. Donde están las semillas?
Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos. Gracias.
Señor: sácame del desierto de mi existencia y llévame a ser trigo de tu campo…no permitas que desperdicie mi vida sin tí..
» …pues mi voluntad es ahora lo mismo que Su amor y estoy en camino de llegar a
ser lo que es Aquel que es Amor. Y aceptando de Él todas las cosas recibo Su gozo en
mi alma, no porque las cosas son lo que son, sino porque Dios es Quien es, y Su amor
ha querido mi gozo en todas ellas».
…Quiera Dios que amemos y aceptemos de buen grado todo «alimento» que recibamos de Su mano, el pan y el gozo, el hambre y el ayuno…
Y si, como deseaba y cumplió en su vida San Ignacio de Antioquía, nos toca ser «triturados» en esta vida, como grano de trigo, haciendo Dios de nosotros el pan que desea, confío que, llegado el caso, nos dejemos hacer por Él, nos mantengamos en el deseo y no nos echemos atrás mirando a otro lado que no sean Sus ojos, Aunque estos se nos oculten muchas veces…pero sin dejar de estar ante nosotros y seguirnos con mimo y con deseo ardiente de enamorado.
Hermoso texto, hermana. Gracias por todo.
Saludos
fb
“Perdónenme hermanos, no me persuadan de vivir, no deseen que yo no muera. Permítanme ser un imitador de la Pasión de mi Dios…déjenme ser alimento de las bestias, por lo que me será posible encontrar a Dios. Soy trigo de Dios y debo ser triturado por los dientes de las bestias para convertirme en pan puro de Cristo, quien es el pan de vida para mí. Para hacerse, a semejanza de Cristo, verdadero pan eucarístico, para servir a través de Él mismo en la verdadera y perfecta liturgia.” (San Ignacio de Antioquía a la comunidad cristiana de Roma)
Gracias, Fabíola.