ORAR

Orar es escuchar lo que el padre Dios quiere para ti, no para decirle lo que quieres escuchar. Dios es serenidad profunda, beatitud eterna, paz inmensa, bondad sempiterna, belleza perenne y amor inconmensurable.

Orar no significa pedir sino comprender que lo único que interesa es estar en la presencia de Dios, para permanecer y descansar en ella en procura de encontrar la paz profunda que tanto anhelas. Y este anhelo solo lo puedes encontrar en tu interioridad espiritual ya que la tranquilidad y la plenitud solo se encuentra en tu espíritu, que es el mismo espíritu de Dios.

Oramos cuando comprendemos que el mundo no puede darnos la paz profunda, la plenitud total que buscamos y anhelamos con nostalgia. Cuando tenemos contacto con lo Absoluto y lo Sagrado mediante la oración contemplativa encontramos la belleza, la bondad, la plenitud y la alegría

Cuando nos sumergimos en el acto orante llegamos al discernimiento entre lo verdadero y lo falso, al desapego de los bienes del mundo y sus ídolos, a la sumisión y entrega al Creador de la vida, a la humildad al reconocer nuestras debilidades humanas, a la sabiduría al entender claramente donde se encuentra la plenitud y el gozo verdadero, al amor al abarcar en nuestra oración a toda la creación, y al encontrar en ella todas las demás virtudes.

Orar es un acto simple de colocación de nuestro ser ante la presencia de Dios.

Orar no significa complicarnos con rituales, con palabras rimbombantes y estruendosas, o con lecturas agobiantes y extenuantes. Orar es ponernos en la presencia del Ser Sagrado por excelencia: Dios.

Orar es hacer un paréntesis de tranquilidad en nuestra vida, sin apresurarnos, sin prisa, sin ansiedad, sin complicación y sin dispersión, que vienen a ser los mayores enemigos del espíritu, estados de ánimo estos que debemos mantener a raya y alejados de nosotros.

Orar es permanecer silencioso en la presencia del Eterno hasta sentir su presencia en nuestro interior.

Cuando ores evita razonar ya el pensamiento racional es un gran enemigo del espíritu. No pienses, no razones, no elucubres sobre lo que haces al orar Simplemente ora en tu interior y allí verás al Creador. No te importe el tiempo que tardes en encontrarlo, El siempre estará a tu lado aun cuando tu no lo percibas.

“El pensamiento no entiende esos estados y antes, durante o después de la oración, pondrá todo tipo de impedimentos y de razonamientos haciéndote ver lo absurdo de la práctica. El pensamiento empleará todo tipo de argumentos de lo más convincentes e ingeniosos. ¡No hagas caso al pensamiento! Diga lo que diga la mente, tú continúa con tu práctica de oración”.

Esta situación la vivirás siempre, incluso, después de muchos años de práctica y de encuentro de los diversos lugares del espíritu. No hagas caso de esos pensamientos pues no alcanzarás las moradas que con tanto anhelo buscas.

Ora unos minutos, unas horas o el día entero ya que no hay límites para la adoración continua. Es necesario «permanecer en oración constante» como lo dice la Palabra de Dios.

Centra tu atención en el corazón para arraigar la oración en el cuerpo y despeja a la mente del continuo pensamiento que te incomoda. Dale cuerpo al espíritu y así el cuerpo se espiritualizará. Permite que en tu corazón viva esa llama orante permanentemente encendida y así serás un «templo vivo de Dios».

“Si en periodos largos de oración sientes molestias en el cuerpo, aprende a moverte muy lenta y armoniosamente. Inclínate hacia delante, hacia los lados o extiéndete hacia atrás. Haz, armoniosa y lentamente, torsiones hacia los lados o cualquier otro movimiento que te alivie las molestias. Aprende a moverte tan suavemente que el movimiento no perturbe el estado de oración. Así el movimiento también será oración e invocación. De la misma manera que una palabra o una frase pueden invocar y evocar lo sagrado, también un movimiento, un gesto o la evocación visual de una imagen pueden hacerlo. Si sinceramente ese es tu caso hazlo así, pero no lo hagas por estar a la moda o por ser original; mira si eso realmente te sitúa en presencia de lo Sagrado. A fin de cuentas lo que importa es llegar a la presencia de Dios y el vehículo que empleemos para ello será, simplemente, aquel que más nos ayude a ese fin” (Abandono.com; Autor desconocido).

Cuando orando encuentres la alegría sin motivo alguno, la bondad sin interés, el amor en su estado puro, la belleza en lo que hay a tu alrededor, la paz interior en tu corazón, ahí estará el Espíritu, por ello contémplalas e imprégnate de ellas todo el tiempo que quieras. Igualmente hazlo con todas las cualidades divinas como el amor, la libertad, la misericordia, la infinitud, el silencio y la paz profunda. Conforme vayan apareciendo en la oración, quédate contemplándolas y así irán tomando cada vez más presencia en tu vida.

Orando podrás encontrar la «vacuidad plena», la «plenitud sutil», el «silencio sonoro», la «densidad ligera», y la «soledad acompañada».

“De la oración contemplativa al silencio contemplativo solo hay un paso. No fuerces el silencio; llegará de forma natural cuando el alma quede impregnada del Espíritu en una unidad. Entonces, de manera natural, cesará la repetición de la plegaria y te mantendrás en la simple presencia silenciosa. No quieras, por orgullo, llegar a lo más alto y permanece tranquilamente ahí donde Dios te ha puesto y donde puedas sentir su presencia. En estos tiempos es una pena que muchas personas con gran capacidad y vocación de interioridad, por querer llegar directamente al último peldaño de la unión mística. ni siquiera alcancen el primero de paz interior. El silencio forzado será un silencio «vacuo», desprovisto de gracia, y que no tiene ningún sentido espiritual. Con frecuencia, incluso, se convierte en algo angustioso. Eso en vez de acercarte al Cielo, te deja a las puertas del Infierno. El silencio en sí mismo no es el objetivo, sino la presencia de Dios. La presencia de Dios viene acompañada de silencio, pero el silencio no siempre es acompañado por la presencia de Dios.” ( Cf abandono.com)

Cuando leas la Palabra que te conduce a la oración reposa y descansa en ese Santo Silencio, en esa Santa Presencia. Cuando veas que ese perfume desaparece, cuando veas que vuelve la inquietud o la sequedad, entonces vuelve a la Palabra hasta que el fuego se avive de nuevo. Una y mil veces.

Nunca fuerces la oración verbal cuando veas que el silencio te ha tomado o esté llamando a tu puerta. En esos momentos, incluso la palabra que te elevaba puede convertirse en un estorbo y hacerte descender de esa «ligereza plena».

No tengas miedo al silencio. La simple presencia, o el simple aliento son oración cuando están impregnados de la gracia del Espíritu.

“Aunque estés en soledad, ponte en camino y ora en soledad. El mundo del espíritu ha estado desde siempre lleno de ermitaños y solitarios, y ahora, con el actual descalabro espiritual que invade la vida moderna, siguen estándolo aunque permanezcan ocultos en las ciudades.”

No hay acto más bello que la oración. Sumergirnos en la oración es sumergirse en la belleza que encierra dicho acto. El abandono y la entrega en la oración es la mayor belleza que puede acompañar nuestra vida; esa entrega, esa rendición ante lo que nos sobrepasa…

En los momentos de tibieza espiritual durante la oración digamos con Juan de la Cruz: “En una noche oscura, con ansías en amores inflamada, ¡ oh dichosa ventura¡ salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada”, en busca del amado con una luz más clara que la “la luz del medio día, adonde me esperaba quien yo bien me sabía en parte donde nadie parecía”, para gritar, “ oh noche que guiaste, oh noche amable más que la alborada, oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada”.

Hno. Horacio de Jesús Crucificado. F.M.V. y del Santo Nombre

7 Comments on “ORAR

  1. Una exceletne reflexion sobre la oracion, gracias..

  2. Que forma tan especial de hablar del silencio.ha sido para mi tan enriquecimiento.que forma de relatar lo qué tan a menudo siento.que gozo de felicidad.que Dios le bendiga

  3. PAZ Y BIEN, MAGNIFICA EXPOSICION SOBRE LA ORACION, BENDICIONES

  4. Queridos hermanos: Hace un tiempo atrás, durante una catequesis de padres se hablaba del tema de la oración. Una de las asistes decía: «yo realmente estoy tan ocupada que no me queda tiempo para orar». Con gran delicadeza, la catequista nos habló que orar era el equivalente al alma, lo que la respiración es al cuerpo. Así como nuestro cuerpo no puede vivir sin respirar, nuestro espíritu no vive sin orar. ¡me pareció una magnífica comparación! . . . tanto que la he compartido con Uds. ya que realmente así como nadie se preocupa conscientemente de respirar, el Creyente ora como acto un reflejo, natural y no meditado. El orante hace de su vida una oración. Todo acto, palabra, pensamiento, trabajo, … lo que bueno que nos enorgullece y las cosas que nos avergüenzan, puestas a los pies de la Cruz, se hacen oración. Orar continuamente es tan simple como dedicar nuestro día, nuestro ser, nuestra vida e medio de las cosas del mundo, no para el mundo, sino para ver en el alma la sonrisa de Dios.

Deja un comentario

Descubre más desde El Santo Nombre

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo