La paz del corazón
Estimados hermanos, tan próximo el Nacimiento de Nuestro Señor, os proponemos prepararnos en común, más intensamente, a modo de Retiro de Adviento –que cada uno haga a su modo en su celda interior y circunsancia personal-, mediante la meditación, la oración, la lectio divina…, para acogerlo en nuestras vidas y corzones.
Fraternalmente, unidos en el Santo Nombre y la comunión de los Santos.
A MODO DE RETIRO DE ADVIENTO
2. El buen samaridano (Lc 10, 25ss)
Para orar:
Comienzo esta reflexión con una confesión personal: muchos días los inicio con una doble petición en la oración: “Señor, dame tu luz para descubrirte hoy en las personas que me encuentre y en los acontecimientos que vaya a vivir”, “Señor, dame atención y sensibilidad para captar tus llamadas a lo largo de este día”.
Estas peticiones son hijas, a un tiempo, de una convicción y de una experiencia:
-En primer lugar, la convicción de que Dios nos sale al encuentro cada día y todos los días de nuestra vida, una vida que El mismo nos regala; que su amor es un amor activo, y el amor activo, el humano y también el de Dios, es presencia y es diálogo. Pero esa presencia de Dios, es como acabamos de contemplar en los día de Navidad, una presencia humilde siempre, e inesperada muchas veces. Y el diálogo del amor no es un diálogo a gritos, en voz alta (eso es griterío o vocerío, pero no diálogo), sino palabras que se nos ofrecen en la discreción y en la intimidad.
-En segundo lugar, la experiencia de que en lo cotidiano no nos resulta fácil ese encuentro con Dios; es más, que es imposible sin su gracia. Pero la gracia hay que pedirla, y no sólo eso: hay que quitar obstáculos y “disponerse” para recibirla. Pedir la gracia es el movimiento inicial de ese “disponerse”… Momento decisivo, pero sólo inicial. La gracia de Dios, “pide” nuestra colaboración para llevar a plenitud su obra.
Sobre esta experiencia de dificultad quiero, principalmente, compartir en esta reflexión; sobre los obstáculos que impiden en nuestra vida ese encuentro con Dios en lo cotidiano y sobre qué es lo que de nuestra parte podemos pone en juego para hacer posible ese encuentro, en el que se pone en juego el vigor de nuestra experiencia de fe y la calidad de nuestra vida personal y apostólica.
De entrada hay algo obvio, una condición precedente a todo lo que voy a decir. Yo no puedo “re-conocer” a alguien, si antes no le he conocido. Cuando le he conocido, cuando tengo interiorizado u rostro, su aspecto, su voz y su modo de hablar y hacer, es cuando le puedo “re-conocer” en otras circunstancias o sin verlo evidentemente: reconocer esa voz, esa manera de hacer, ese paso que me son familiares… Nos resultará imposible “re-conocer” a Dios en la vida, si antes no le hemos conocido en la intimidad de nuestro encuentro con Él.
Esto supuesto y dado, creo que hemos de prestar atención modos de vivir que nos impedirán ese “ver” y encontrar a Dios en nuestra vida cotidiana:
-Si vamos por la vida mirando sólo lo más superficial de las cosas y las personas, lo más externo, la sola apariencia… difícilmente podremos “ver” a Dios. Buscar a Dios supone atender a los detalles de personas, situaciones, acontecimientos… Y atender a los detalles es incompatible con apresuramientos y superficialidad. i no hay diariamente momentos de “parada”, de atención, de examen… no nos “disponemos” a ese encuentro, del que sólo unos minutos llenan de sentido todo un día;
-A veces vamos por la vida “ciegos”, atiborrados, de tantas cosas, de tanta actividad, de tanta agenda, de tantas solicitudes, de tantos afectos superpuestos y/o contradictorios… Y es como quien va “ciego” de vino: lo que se ve son sombras borrosas y fantasmas sin contorno… Todo eso tiene que ver con el “orden” en nuestra vida: un ritmo de vida adecuado, una agenda controlada y “dominada” con espacios para respirar interiormente, unos afectos no desordenados ni en conflicto… Sin ello, nos resultará difícil el encuentro con Dios, más allá de sombras imprecisas;
-En ocasiones vamos tan autocentrados en nosotros mismos, que no tenemos ojos ni para ver lo que nos rodea, y, claro, menos aún para ver a Dios… “Es que no se entera”: ¡cuántas veces hemos dicho y oído eso de una persona!: llega un momento en que la capacidad de autoengaño supera los datos de la realidad. Esto sucede cuando sólo tenemos ojos para nosotros mismos, nos hablamos y nos escuchamos a nosotros mismos, estamos pendientes de alimentar nuestro supuesto prestigio o nuestro afán de sobresalir… Lo malo es que dentro del paquete del autoengaño entra el “no darse cuenta” del mismo… Si no tenemos en la vida acompañamiento, contraste, voces que no sean la nuestra, difícilmente encontraremos a Dios: porque quien se busca a sí mismo se encuentra a sí mismo;
-Y en otras ocasiones lo que dificulta el encuentro con Dios es que “huimos” del presente, cuando el presente no nos gusta o no es lo que habíamos diseñado previamente… Huimos hacia dos zonas diversas, según historia y temperamento, pero ambas igualmente huidas: hacia el pasado, por el camino de la nostalgia, o hacia el futuro por el camino de la ensoñación. Y ni la nostalgia ni la ensoñación son caminos por los que Dios viene a nosotros. Viene por el presente y en el presente, el que es, lo que hay. Y, por eso, es muy importante la “ascética del presente”: el cargar con él y el discernir en él los signos de la presencia de Dios que nos espera antes de que nosotros lleguemos.
DARIO MOLLÁ LLÁCER, S.J.
Descargar Articulo; aqui.
[Para profundizar .Pdf, 16pp. ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA Darío Mollá Llácer, sj.]
Oraciónante ante el Pesebre e intercesión comunitaria (acceso en línea / descargar)
Ven. Te necesitamos todos.
Acércate, pronto. El mundo está a oscuras y busca
la luz. Y no la encuentra entre las tinieblas,
porque se alejó de Ti.
Ven y no tardes. Los hombres buscan la Verdad y
persiguen la sabiduría y tampoco
la hallan porque no Te conocen.
Ven, buen Jesús a defender las almas infantiles,
rodeadas de escándalos y de miserias.
Desciende en las conciencias de los soberbios y enséñales
a ser elementales, sencillos y humildes.
Penetra en el corazón de los poderosos y muéstrales
la riqueza de la mansedumbre, la generosidad y la
pobreza de espíritu.
Rescata a tantas gentes amarradas con cadenas o
atadas con sutiles lazos a la vanagloria, el orgullo,
la sensualidad y la codicia.
Devuelve la inocencia a nuestros jóvenes que confunden
el amor con el bien sensible y el egoísmo.
Aminora la angustia de los desterrados y ampara
a quienes perdieron la libertad. Ten compasión de
los emigrantes sumidos en la tristeza, lejos de su
Patria y de sus seres amados.
Resplandece entre los nubarrones negros
de las maquinaciones tenebrosas
y abre horizontes de caridad y de Paz entre tantos
odios y rencores.
Da ilusiones a los desesperados, y alegría a los
tristes y desolados que, obsesionados en la búsqueda
de la felicidad, se refugian en la alucinación y en la
embriaguez y evaden la realidad de un mundo luminoso
que ellos se empeñaron en hacer sombrío.
Renace en los corazones de quienes en tu nombre
siembran el error, la confusión y la traición y afirman
que tu Doctrina es acomodaticia y el Camino ancho.
Muéstrate a todos para que Te conozcan y al amarte
se borren las discordias y las guerras y se sientan
hermanos.
Ven, que todos te esperamos y te necesitamos.
La humanidad ansía tu venida sin sospechar
que es a Ti a Quién está buscando.
Ven, Señor Ven, Señor Jesús…
PAZ Y BIEN..EXCELENTE HNOS Y HNAS, POR ESTA APORTACION PARA REFLEXIONAR A MODO DE RETIRO, GRACIAS…..
En cada destello de una estrella, en la suavidad de la brisa, en la sonrisa que une sin palabras… es en la vida misma que Dios revela su plenitud. Bendiciones abundantes en esta estación de Adviento.