La paz del corazón
Tengo dificultades para centrarme en la oración de Jesús, porque me aparecen pensamientos diversos acerca de Cristo, de si debo orar a Él o al Padre o de si esta oración me acercará o no a la paz interior; si debería elegir otra devoción o si cambiar la frase de la oración etc. etc. son muchos pensamientos y algunos de ellos se presentan como discusiones teológicas.
Hermano en Cristo Jesús, es muy normal que la mente ponga todo tipo de obstáculos a la oración de Jesús. Esta oración cuando su práctica es constante y firme arraiga en el corazón y aquieta la mente. Con esto quiero decir que nos acostumbramos a no pensar (en el pasado o en el futuro ni a deliberar acerca de las cosas) y a una acción espontánea más eficaz dejándonos guiar por la gracia. Nos quedan solo los pensamientos funcionales, que se requieren para el hacer las cosas cuando son necesarias. La mente se resistirá a esto ya que su naturaleza es divagación, manipulación de lo que pasa, continua deliberación en pos de objetivos para sentir placeres diversos.
Algunos practicantes son acosados por pensamientos malsanos otros por un discurrir más teológico o filosófico como parece ser tu caso. Pero en definitiva, sea cual sea la índole de los pensamientos, estas disquisiciones cumplen la función de distraer de la oración de Jesús. No conviene tratar de resolver las controversias que le suscita la mente, sino más bien llevar la atención de vuelta al corazón; esto puede ser en el sentido de órgano cardíaco o en el significado de centro de la persona o esencia de los sentimientos de la persona.
Toda duda, toda ambivalencia emotiva es resuelta por la práctica constante de la oración de Jesús; pero es claro que esta perseverancia no es fácil de adquirir, porque a ello se oponen muchos años de hábitos nocivos en cuanto a dar a la mente el primer lugar. Tanto es así, que hemos llegado a creer que los pensamientos que se van presentando en el espacio consciente son nuestra propia voz. Esto es clave: mientras creemos que lo que piensa la mente es «lo que yo pienso» nos será muy difícil concentrarnos en la oración. Esto en un primer momento suele causar sorpresa y hasta una negación de plano.
¿Cómo que lo que pienso no lo pienso yo? ¿Quién lo piensa? Pues, se piensa por si mismo al influjo de los humores corporales, de los estímulos diversos del medio y según la impronta de supervivencia del organismo. No nos asombra que el hígado segregue las sustancias necesarias sin nuestra voluntad o que el corazón persista en su latido sin que hagamos nada para ello; o que crezca el cabello o que el diafragma suba y baje permitiendo que la atmósfera entre y salga de nuestro cuerpo. El cerebro es un órgano más que va procesando la información de los sentidos y clasificando y ordenando la memoria de las vivencias etc.. Pero no nos representa.
No hace falta creer en esto, solo observar con atención cómo es que se produce un pensamiento. ¿Cuando decidimos pensar en esto o en aquello? Es un tema a revisar en detalle y conviene hacerlo. Pero no será bueno extender demasiado este escrito. Solo le digo que en esta cuestión radica una clave importante que nos permite libertad respecto de los contenidos mentales o continuar con una cierta esclavitud hacia ellos. El camino de la oración de Jesús requiere un cambio de perspectiva respecto del valor de nuestros pensamientos como se dice en el libro La oración de Jesús, (Iniciación a la práctica) del cual aquí le dejo el enlace a la carta 1 que especialmente trata este tema.
Un saludo fraterno invocando el Santo Nombre de Jesús.
Dos enlaces:
De la creencia a la experiencia
Colaciones de Casiano
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Decía, en mi comentario que se envió inconcluso, que yo viví esa inseguridad hasta que descansé en la Palabra de Dios. El Señor nos dice, insistentemente (Jn 14.13;15.16 y 16.23): “Oren AL PADRE”; y agrega, en Mt 6.9: “Oren así: PADRE nuestro”; en Lucas 6 (46-49) nos reclama obediencia y recomienda edificar nuestra casa en la Roca y no en la arena. En relación al tema en cuestión, yo entendí que “la Roca” es Él, en tanto Verbo encarnado; y “la arena”, la infinidad de devociones que, como arena, cunden entre nosotros los católicos. Por si fuera poco, su bendita madre nos alerta: “Hagan lo que Él DICE” (Jn 2.5) Ante tales consejos, no dudé más: toda mi oración es al Padre en el nombre del Hijo. Lo demás, vigilancia sobre mis pensamientos (siempre, no sólo mientras oro) para echar fuera todos los no funcionales. De esta manera experimenté la oración permanente y disfruto de esa paz “que supera todo entendimiento” (Fil 4.7) Que Dios nos bendiga siempre
Estimada hermana, nos alegra mucho que disfrute la paz que brinda la oración permanente, es un don inestimable. Comparta cuanto quiera sus vivencias que pueden servir a otros. Destaco aquello de echar fuera los pensamientos no funcionales, es un tema clave, en cuanto a desatender aquellos pensamientos que no se refieren a la actividad específica del momento presente. Un saludo fraterno, Cristo le cuide
La paz esté con Uds, hermanos. Porque lo viví, comprendo el comentario que motivó tan rica respuesta. Yo también soy muy dada a teologizar, y por tanto a discutir(me) mientras oro. Pero lo resolví como resuelvo todo: recurriendo a la Palabra de Dios, al Verbo encarnado, a mi señor Jesús. Él, reiteradamente, nos dice: “Oren AL PADRE” (Jn 14.13;15.16;16