La paz del corazón
Lo exterior muestra lo interior. En realidad somos una unidad y todo lo que sucede en nuestra vida tiene íntima relación con lo que ocurre en el alma. ¿Acaso no comprobamos que cuando nuestra casa o habitación está revuelta y hecha un desorden, esto coincide con una alteración del ánimo? Todos lo hemos vivido. Ordenar por fuera nos armoniza las fuerzas dentro y tranquilizar la mente y las emociones nos lleva a ser precisos y atentos en lo de fuera.
Pero el trasfondo necesario para todo esto es el deseo de una vida simple. Cuando nos manejamos por lo necesario todo se va tornando simple. Hábitos sencillos, comportamientos claros y una libertad creciente de las circunstancias se instala en nuestra jornada. Evitar complicaciones, abandonar todo lo que sobra, elegir el silencio cada vez que sea posible, nos va amansando las pasiones que nos alejan de Dios y nos acercan a la única pasión que no conoce la desilusión, la devoción que arde en el corazón.
En realidad todos amamos mucho a Dios. No nos damos mucha cuenta porque ese vínculo profundo se nos ha traducido en diversas formas que disfrazan ese amor. Pero como dicen algunos monjes en Filocalía: es a Dios mismo a quién buscamos cuando andamos presurosos tras alguna cosa, persona o situación determinada. ¿Podemos maravillarnos de una comida exquisita sin recordar a quién la cocinó? ¿Podemos admirar un paisaje, una mañana de primavera o el aroma de la tierra húmeda sin pensar en el Creador de ellas?
Y esa persona que tanto amamos, ¿no se sostiene acaso en la voluntad de Dios? ¿Quién creemos que nos mira a través de los ojos de un hijo o de cualquier persona? Solo Él. Dios está presente de veras en cada momento. Se nos muestra en todo. Sin embargo tenemos aletargados los sentidos del alma que son los que nos permiten percibirlo ya desde este mundo. ¿Cómo hacer para quitarles el velo que los opaca?
Es importante empezar a simplificar todo. Diferenciar necesidad de deseo. Hacer más despacio. No comprometernos con muchas cosas. Y darle a los momentos de oración o silencio el valor que tienen. Pero no le daremos valor real a los momentos específicos de oración si no aprendemos a salirnos de la mente y a sumergirnos en el espíritu o el «nous», esa parte contemplativa del alma según los orantes filocálicos. Y difícil será serenar la mente mientras permanezcamos esclavos de los automatismos que gobiernan nuestra vida.
Hay un comprender necesario y una actitud necesaria que nos abren a un nuevo comportamiento. Nuestra conducta es el resultado de aquello que portamos (llevamos) dentro. ¿Y que es lo que no puede faltar en nuestro interior? El deseo de Dios, el anhelo de Él, la pasión por encontrar eso que no muere nunca. Ya no importa lo hecho, no importa lo que vendrá, fundarse desde este instante mismo es lo que cuenta. Abandonarnos a lo que Su voluntad nos trae a cada paso y actuar sabiendo que es Dios mismo quien nos habla a través de lo que ocurre.
Imagen extraída de «La Mirada Contemplativa»
Meditaciones diarias hasta el adviento
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Tenemos una tremenda mochila a la espalda y solo elegir lo que sobra es ya un trabajo brutal para nuestra mente. Ojalá pudiéramos con la gracia de Dios tirarla entera. Me recuerda al peregrino ruso cuando perdió su Biblia, que se la robaron, cuánto lloró, y a la vez cuánto aprendió de los apegos. Solo lo esencial, lo prioritario, lo fundamental está en el corazón. Lo demás es accesorio y por serlo puede ser desechado. Muy buena reflexión. Gracias y que Dios nos de la fuerza y la libertad de focalizarnos en lo vital para nosotros que es Él y solo Él.
«Diferenciar necesidad de deseo. Hacer más despacio. No comprometernos con muchas cosas. Y darle a los momentos de oración o silencio el valor que tienen».
Sin duda que eso es clave y en el fondo es lo que queremos pero al final acabamos confundiendo el deseo con la necesidad, vamos siempre de prisa, nos comprometemos con cosas que al final nos agobian y no damos a la oración el valor que tiene…. No es posible por nosotros mismos, pero si, si Dios nos lo concede.
Gracias , dejar lo que sobra cada vez que leo y releo vuestras reflexiones , por momentos no se que hacer, y vivir una vida simple, me parece más complicado ya que me cuesta ser realmente consciente de saber vivir una vida simple ya que soy yo misma quien la complica debo tomarme en serio esta vida de oración si realmente quiero conocerle, creo que la clave esta en darle más valor a los encuentros de oración, lo intentaré gracias.
Tienes mucha razón Ana! Somos nosotros los que complicamos nuestra vida buscando cosas de aquí y de allá para llenar el vacío interno.La oración con atención hace milagros realmente. Hay que ver como ir hacia eso poco a poco. Un saludo fraterno invocando a Cristo Jesús.
“¿Quién creemos que nos mira a través de los ojos de un hijo o de cualquier persona? Solo Él.”…me toca profundamente el alma hacer consciente esta verdad. en realidad todo me llegó a la médula de esta reflexión…GLORIA A DIOS por el don de darle palabras al corazón. Angélica