La paz del corazón
Queridas hermanas y hermanos en Cristo Jesús: Iniciamos febrero con una serie de posts donde repasaremos textos antiguos del blog e incorporaremos otros nuevos, en torno al tema de los pensamientos, como el velo que nos oculta la percepción de la presencia de Dios en el cotidiano. Queremos de este modo continuar con la temática del último retiro y también con algo de tratamiento frecuente en los dos cursos que se ofrecen en este sitio. Hilar fino en este tema nos parece de mucha utilidad para nuestra forma de ser y estar en el mundo. Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre.
– En el libro “La oración de Jesús” – Iniciación a la práctica – en la primera carta se dice: “Desde el punto de vista de la psiquis, el que esta oración abraza ha de irse despidiendo de los pensamientos. La principal dificultad no es acostumbrarse a la oración sino renegar de ellos. Y esto porque solemos identificar este discurrir de la mente con nosotros mismos”. – Quisiera si me puede aclarar más estos puntos. ¿Cómo es esto de que hay que despedirse de los pensamientos? Pienso que sin ellos no podríamos funcionar, seríamos semejantes a personas con severo retardo mental.
– Entiendo perfectamente tus objeciones o interrogantes. Sucede que lo que hacemos habitualmente no es pensar. Y, en ese sentido, se ha dicho allí que debemos renegar de los pensamientos. Debemos abandonar un modo divagatorio de pensar, una manera errónea de organizar nuestra experiencia a medida que vamos viviendo. Por lo general, llamamos pensar a un cierto “etiquetar” los fenómenos que se nos van presentando en los sentidos.
También, consideramos pensamientos, a las asociaciones que se producen automáticamente en nuestra mente entre lo que percibimos y lo que recordamos. Cada cosa que vemos recibe desde nuestra mente un nombre y queda inmediatamente relacionada con nuestros registros de memoria, con lo que hemos vivido. Esto puede ser un muy interesante mecanismo de supervivencia, pero no es pensar.
Estrictamente hablando, – pensar – no es algo que nosotros hagamos, sino que “se hace”, del mismo modo que la digestión, que la respiración o que la renovación de las células de la piel y otros fenómenos de similares características en nuestro cuerpo. Asimismo, inevitablemente, se elabora en la mente una imaginación respecto de aquello percibido; poniendo a lo que se ha visto en relación con nuestros intereses a futuro. Nunca vemos la cosa, sino en función de nuestras pretensiones, proyectos y temáticas de preferencia.
Esta situación forma parte de nuestra condición humana actual y en cierto modo, tiene que ver con lo mencionado en los primeros capítulos del libro del Génesis. Esta forma de funcionar la mente, nos desconecta de lo real, impidiéndonos ver lo que ocurre y reteniéndonos en un mundo con grandes dosis de fantasía. Además, nos hemos acostumbrado a “vivir dentro” de estos procesos autómatas de la mente y la equiparamos con nosotros mismos.
Es decir, nos identificamos con este suceder mental. Imagina que alguien tiene el poder de seguir los procesos digestivos y de darse cuenta cuando se segrega la bilis, cuando se van disolviendo los alimentos, cuando se incorporan los nutrientes y vitaminas al torrente sanguíneo… que esa persona va con su atención detrás de los movimientos peristálticos del intestino etc. Mueve a risa, más aún si esto sucede todos los días y la persona continúa concentrada en seguir este discurrir metabólico. Imagínalo bien, día tras día, toda su vida. Lo que hacemos cuando creemos que pensamos es muy parecido.
Nos parece pensar, cuando en realidad vamos siendo llevados por una digestión mental de las experiencias que acontecen. Cuando uno deja de “vivir allí» con su atención, cuando se abandona la identificación con estos procesos sicológicos, se abre un nuevo mundo que nos resulta desconocido… se produce una transfiguración del mundo.
Comprendo lo que explica, pero ¿Cómo salirse de la mente? O ¿Cómo poder vivir desde el lugar en el que se percibe lo real?
Una vez que uno ha aceptado al menos intelectualmente lo dicho, en cuanto a que uno no es ese proceso continuo de pensamientos que vienen y van, de diálogos y consideraciones sin fin sobre todo y todas las cosas; es posible dirigirse hacia otro modo de estar. En este cambio al principio, es decisivo orientar la atención hacia los sentidos, quitándola del acontecer mental. Aclaremos bien esto para que no se entienda mal:
Lo común es vivir “ensimismado”, es decir girando en torno a si mismo de manera egoica, abrumado por los propios problemas y temáticas, absortos en nuestros procesos sicológicos, esclavizados por lo que nos contraría, pujando por alcanzar aquello que se nos antoja como la felicidad. Por eso te decía que es importante sacar la atención de ese discurrir mental y empezar a atender a lo que percibimos. No podemos caer en cuenta de la divina presencia en lo cotidiano mientras miremos sin mirar, escuchemos sin escuchar, o proyectemos en lugar de percibir.
Es como si nunca estuviéramos realmente donde estamos. Nuestra vida tiene mucho de simulación porque en verdad queremos siempre estar en otro lugar, allá donde nos tironean las ansias. El particular modo de hacer que se menciona también en el libro en la carta tres y el llamado «sacramento del momento presente», al que se hiciera referencia en los ejercicios espirituales del peregrino ruso, aluden también a esta. A la necesidad de situarnos primero donde estamos antes de acometer cualquier intento de mejorar nuestra situación de vida…
elsantonombre.org
Dos enlaces:
Liderazgo para responsables de equipos pastorales
Querido hermano Mario, queridos hermanos.
«Por eso te decía que es importante sacar la atención de ese discurrir mental y empezar a atender a lo que percibimos. No podemos caer en cuenta de la divina presencia en lo cotidiano mientras miremos sin mirar, escuchemos sin escuchar, o proyectemos en lugar de percibir».
A esto es lo que llamamos despertar de los sentidos espirituales? o al menos un comienzo para poder hacerlo?
Como siempre fantástico querido hermano.
Muchas gracias por estos post que voy revisando
oraciones
Hola Fernando! Claro que sí. Los sentidos físicos por lo general perciben tras el velo de la mente. Nuestro percibir se parece mucho a un mirar tras un vidrio opaco o empañado. Una aguda atención sin tensión al momento presente o la concentración en la oración interior o esa dedicación al «bien hacer» lo que nos toque, produce a veces que veamos de pronto las cosas como si fuera la primera vez. Ese es un buen indicador de que se está quitando la anestesia de los sentidos espirituales. Hay que ser pacientes y volver al ahora cada vez que seguimos a la mente que va al pasado o al futuro. Un abrazo amigo, Cristo te cuide.
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Creo que es importante salir del embrollo de los pensamientos porque normalmente no hay salida o si la hay es a través dela percepción:
«sacar la atención de ese discurrir mental y empezar a atender a lo que percibimos. No podemos caer en cuenta de la divina presencia en lo cotidiano mientras miremos sin mirar, escuchemos sin escuchar, o proyectemos en lugar de percibir».
Esto es como un aprender de nuevo a caminar, algo que hay que hacer en algún momento de nuestra vida…
Hola José, claro. Verás, se habla de la necesidad de apartarse incluso de los objetos de percepción para ir al silencio profundo contemplativo. Pero en una primera instancia hay q aprender a ver con la menor proyección de memoria e imaginación.
Entonces luego se pueden acometer interiorizaciónes más profundas.
Bien dices, aprender a caminar es lo primero. Después vemos de anotarnos al maratón.
Un abrazo fraterno hermano, gracias por tu participación atenta. Cristo te cuide