La paz del corazón
Cuando La oración de Jesús se ha hecho frecuente, en los distintos momentos del día, se aposenta como un fondo constante. Se forma como una textura de calma, en la cual podemos descansar; con independencia del tipo de actividad a la que nos convoca el momento. ¿Qué se necesita? Confiar más en el corazón que en las especulaciones del pensamiento. Es en el fondo del alma donde se va tejiendo esta textura pacífica, que es fuerte y suave a la vez.
No es invasiva, no se impone; persiste confiada en una brisa que la alienta. Las distintas situaciones nos requieren y piden respuestas diversas. Allí, en ese instante, ¿qué elegimos? ¿Qué cauce seguiremos? ¿La duda, el cálculo, lo que opina la ansiedad, el temor, la posesividad… o apelaremos a la invocación del Nombre? Es como un entrenamiento de tiempo completo. ¿En donde pongo mi refugio? Como el salmista digamos: He puesto mi refugio en el Muy alto. Mi amparo junto al Altísimo.
Bien afirmados y confiados en la providencia divina, nuestras fuerzas se regeneran. Las potencias y talentos cobran sentido. Las acciones que ejecutamos se armonizan con esa música secreta, con el latido del espíritu en nosotros. ¿Qué hace latir al corazón; que misterioso arcano regula la respiración; cómo vienen a mantenerse los planetas en sus órbitas? ¿Qué hebra luminosa modela las galaxias? Esa misma fuerza misteriosa impulsa a la hormiga temblorosa, que llevando una hoja gigante, se tambalea en un rincón de tu patio.
¿Dónde descansa el espacio? ¿Cómo es que transcurre el tiempo? ¿Qué magistral director concierta la sinfonía entre la abeja, el polen y la flor? Vientos repentinos, nubes glamorosas, innumerables matices de verde bañados de un sol opulento. Y por allí y más allá, en todas partes, la gente. Oh sí! La gente. El mismo universo se extiende al interior de sus pupilas. Enigmática estirpe, colosal criatura, verbos encarnados de memoria frágil. Hemos olvidado que somos Hijos y Quién es nuestro Padre.
Dejemos a un lado las preocupaciones. El Amado sabe. Es Su nombre el que escuchamos apenas nos callamos.
Homilía del Domingo del Padre José
Un texto inspirado e inspirador. Gracias, que Dios te bendiga!
Gracias a vos Guillermo! Un fuerte abrazo invocando a Cristo.
Estimada Sara, no sé si recibirás mi comentario dos veces, porque no domino demasiado este lugar. Si es así tampoco importa, porque es tanto lo que has sabido transmitir que me has ayudado a comprender más y más esta presencia y esta potencia del Santo Nombre en todos los momentos de nuestros días. Te ponía un comentarío mas largo, pero no sigo por si ya lo recibiste.
Gracias por lo que has sido capaz de transmitir a los demás con la profundidad de tus pensamientos y sentimientos. Que Dios te bendiga.
Que preciosos comentarios, Sara. Que Dios siga bendiciendote con ésta maravillosa forma de expresar tus sentimientos, ayudándonos a los demás a perfilar los nuestros. Me ha servido para darme cuenta de cómo no tengo que preocuparme tanto cuando mis planes – a veces, incluso los de encuentro con el Señor – se desbaratan. Pero el poder repetir su Santo Nombre me ayuda a saber que debo aceptar el momento presente, y que El, el Todopoderoso y Su Santo Espíritu me llevaran por el camino que toca y me ayudarán a hacerlo con entereza, con amor, con la seguridad y tranquilidad de que estoy haciendo lo que debo en este momento. Es tan sanadora esta experiencia!! Gracias, mil gracias!
Hermosas reflexiones ya que me hacen comprender porqué, cuando la ansiedad me invade por situaciones externas, sin darme cuenta la repetición mental del Santo Nombre me salva, es como si me llevara poco a poco a una cueva segura y de paz. Afuera queda el barullo y la nsiedad se pacifica….
Muy hermrmoso!
Ahí está Mercedes, que bueno! El Nombre nos va llevando a la ermita interior. Un abrazo en Cristo!
Hermosas palabras, frases, pensamientos y sentimientos. Cada cuál reflejando su mirada, es un decir todo. Reconforta, ya que muchas veces, cuando la ansiedad me invade, el Santo Nombre acude en mi auxilio y automáticamente me encuentro salvada. Es como si estuviera en una cueva segura y protegida de la ansiedad exterior…
¡Muchas gracias porque estas palabras van, poco a poco, iluminando el sendero!
Así de cálido es tu abrazo, como el sol del atardecer toca el mar tranquilo. Toque delicado, tu amor se parte en infinitos matices de luz, suave y fecunda. Entras, como el sol en el horizonte al atardecer, sin pedir permiso, porque estás en tu casa y de pronto nos descubrimos viviendo en la tuya. Toda nuestra naturaleza se tiñe de tus rayos y no hay forma de que el mar deje de reflejar la luz del sol. El cálido reflejo pregona la buena noticia de que el sol y el mar son uno. I Cor 13:12: “Ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido”. Ahí, en la paz profunda del corazón, se encuentra la respuesta. Señor Jesús, Hijo de Dios, que seamos tu abrazo para el mundo.
Estimada amiga que linda poesía tu comentario. Ese » nos descubrimos viviendo en la tuya» … «Que seamos tu abrazo para el mundo» inspiran y conmueven. Muchas gracias por compartir esos sentimientos. Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre de Jesús.
!Que hermoso Sara!
¡Gracias por compartir su sensibilidad y comprensión de la poesía que es Dios en nosotros!
Gracias, me ha emocionado profundamente, y me motiva a pronunciar cada vez con más fe la oración del corazón de Jesús. Un abrazo grande 🙂