La paz del corazón
Las hojas empiezan a caer. Se dejan estar frágiles, apenas sostenidas, hasta que llega el remolino. Es un movimiento simple de reunión que las cobija. Y ellas se entregan, se permiten un corto vuelo antes de abandonarse sobre la tierra. Los colores y las texturas fundan el otoño que no vacila.
Los árboles, las rocas y las aves innumerables parecen de acuerdo y van preparando el recogimiento al que nos conducirá el frío. Un pajarito de pecho amarillo da saltos cortos sobre el pasto, mira hacia todas partes, picotea y sigue su camino. Al fondo, un caballo se da un banquete de hierba. Al final me he dado cuenta, no conocía lo que era el azul ni el celeste. ¡Oh sí, eso es el cielo! Como si nunca lo hubiese visto.
Pero no es eso, ni el verde del monte ni el amarillo crepitante, ni la pureza del aire, ni el agua del arroyo que murmura sin cansarse. Tampoco es el silencio absoluto de las noches. Rendidos a la evidencia decimos… no es perceptible. Y sin embargo aquí está. Sólido como el suelo que soporta el peso de todas las cosas y leve como una nube que se disipa al advertir nuestra mirada. Mínimo al extremo y máximo a más no poder. Es como una lágrima materna al dar las buenas noches. Es la huella de tu Nombre.
Sugerencia para la semana:
De pronto en este ahora de aquí mismo, sin que medie aviso o tarea previa necesaria, irrumpe un algo que nos deja en lo sagrado. Lo habitual queda sumergido en la poesía y aunque luego pasa deja su matiz en el fondo donde se dan las cosas. Es la atención que se ha visto transformada y a través de ella pudo manifestarse el Espíritu Santo transfigurando el mundo.
Para permitir que esa misteriosa fuerza nos inunde suavemente con su fragancia, necesitamos un sentimiento de confianza en Aquel que nos trajo a la vida y sostiene a todo en la existencia. Desde esa confianza hay que actuar poniendo lo mejor en lo que nos vaya tocando hacer. E irán ocurriendo cambios en el cuerpo y movimientos en la mente, pero nuestra atención puede quedarse recostada en esta calidez del que se sabe amado y conducido al mejor destino posible.
No nos dispersemos en las mil cosas, la paz del corazón es lo que todos anhelamos. Si se presenta la inquietud y la desarmonía, simplemente volvamos al cauce del ahora repitiendo Su nombre. Esta oración interior dicha desde la verdad interior nos trae todo el cobijo y la fuerza vital que necesitamos.
Homilía del 5º domingo de Pascua
«La verdad interior» – primera parte y segunda parte – (Fenomenología 2022)
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Vuelvo aquí a releerlo,estabas especialmente inspirado ese día!no pude encontrar el texto acerca del «ten piedad de nosotros» …como lo busco??muchas gracias,un abrazo fraterno en el Santo Nombre
Me has hecho recordar palabras de S. Juan de la Cruz:
«Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.»
Que bello, Mario, tu escrito; Dios te siga bendiciendo de esa manera tan sobreabundante.
«De pronto en este ahora de aquí mismo, sin que medie aviso o tarea previa necesaria, irrumpe un algo que nos deja en lo sagrado. Lo habitual queda sumergido en la poesía y aunque luego pasa deja su matiz en el fondo donde se dan las cosas. Es la atención que se ha visto transformada y a través de ella pudo manifestarse el Espíritu Santo transfigurando el mundo.»
Los místicos de un siglo u otro, con unas palabras u otras, siempre dicen o mismo.
Gracias por verbalizar los «toques» de Jesús.
En la invocación de su Santo Nombre nos encontramos.
Un abrazo fraterno
Gracias a ti María por comentar y leer con atención los posts. Que la gracia te siga acompañando.
Maravilloso texto, hermoso y útil por la fuerza de el querer seguir los pasos del Señor sin ruído. Es, Mario, como todo lo que escribes una lección de vida. De vida sin prisas, sin angustias. De vida de entrega tranquila a la voluntad de aquel que tanto nos quiere. Gracias, Mario….
Hola Pepa! Que gusto encontrarte también por aquí. Una vida sin prisas… eso necesitamos todos, detenernos periódicamente y reiniciar el fuego del corazón. un fuerte abrazo y nos vemos en las oraciones.
Precioso, fino, cierto. Que podamos dejarnos caer y fluir como las hojas y gozar del viento, el agua y la tierra que nos acoge… entrar bailando como una hoja en la danza trinitaria.
Que bueno Amelia, lo de la danza trinitaria. Así es, aprendera soltarnos, a dejarnos guiar por la gracia que es suave y persistente. Cristo te cuide.
Que belleza! Tan poético y tierno, pero a la vez tan fuerte y genuino como realidad que nos envuelve.
Cuanta sabiduría se encierra en esas líneas. Gracias por compartirlo.
Gracias a ti Ana Miriam por tus palabras que alientan! La gracia nos cobija a todos, ahí vamos.
Precioso
Que bueno que te guste el texto amiga. Un fuerte abrazo invocando el Santo Nombre.