La paz del corazón
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Una cosa lleva a la otra me decía, tanto para abajo como para arriba. La vida se debate entre la luz y la oscuridad y esa opción se abre en cada momento. Cada acto es un umbral que te lleva a un escenario diferente. Igual que en los libros de “elige tu propia aventura”. La dirección y la luminosidad en esa nueva situación depende de lo que haces en cada momento.
Debes tener en cuenta – me decía – que este hacer en cada instante es ante todo espiritual. Esto por supuesto se mostrará en la acción material, en tu comportamiento, pero la índole de tus movimientos será espiritual. El tema me fascinaba y me ponía ansioso.
Lo que importa en lo que haces, es ante todo el para qué lo haces. Y esto es un atributo espiritual, se le ha llamado la intención. Resulta que cuando no tienes atención vigilante sobre ti mismo, las intenciones son automáticas y responden a la ley de la carne. ¿Qué es la ley de la carne? Eso que domina mis miembros y que deriva de la idolatría. La idolatría del yo. La religión que practicamos la mayoría de las personas: el egoísmo. Está el capitalismo, el socialismo, el budismo, el cristianismo, el judaísmo, el islamismo y el egoísmo. Esta última es la religión con más adeptos y enfatizaba la frase con gestos enérgicos y se reía fuerte.
Sin atención la intención es necesariamente mezquina. No hay vueltas. Incluso lo aparentemente altruista no es por otros sino por ti. Para sentirte bien con ello. El problema es que lo automático, nos lleva a un escenario cada vez más sufriente, donde acumulamos contradicciones. A cierta altura de la vida, tenemos un cansancio o fatiga moral de tal magnitud que nos lleva a una gran tristeza. Esta se queda en el fondo de todo lo que miramos y hacemos y se hace quiste en el alma.
Desde el punto de vista espiritual, no hay actos insignificantes; lo propio del espíritu no se mide con los criterios de la materia. Puede que tu levantes una hojita caída y la pongas en la basura, solo eso; pero si lo hiciste con impecabilidad y ante la presencia de lo sagrado… abrió una puerta, cruzaste un umbral, te habilita para el paso siguiente. Puede ser una influencia mayor y más benéfica que dar un discurso a una multitud. ¿Y dónde está la diferencia? En la atención global con la que lo hiciste, en la intención y en la actitud orante.
Me acuerdo perfectamente que me levanté y fui a servirme más café en la estufa. Evoco con nitidez que mientras caminaba esos cuatro pasos sentí agradecimiento profundo y alegría cristalina. En ese momento lo amé sin decírselo, con gratitud, y recuerdo que pensé, “él sabe lo que estoy sintiendo”.
Dos invitaciones:
Y mañana domingo 17 de septiembre, a las 15 hs. de Argentina, 20 hs. de España, tendremos la reunión mensual de intercambio en la Fraternidad del Santo Nombre, en el enlace de siempre, el mismo que para las oraciones diarias. https://us02web.zoom.us/j/88619724529
Gracias por ser acogida. Unidos en la oración