La Oración del Corazón

de Nicéforo, el monje


Extracto de La Filocalía: (1)(2)

PREGUNTA (a Nicéforos)(3): Hemos aprendido de las anteriores evidencias que el trabajo practicado por los santos padres resultaba grato a Dios; y que existe un cierto trabajo que rápidamente libera al alma de las pasiones y que por amor la une a Dios. Práctica que es indispensable a cualquiera que conmuevan estas cosas. Todas nuestras dudas están ahora despejadas y nos sentimos firmemente convencidos de ésto. Pero te rogamos nos enseñes qué es la atención de la mente y cómo capacitarse para adquirirla, porque tal trabajo nos es absolutamente desconocido.

RESPUESTA (de Nicéforos): En el nombre de nuestro Señor Jesucristo Quien dijo: «sin mí vosotros no podéis hacer nada» (Juan, XV, 5). Habiéndolo invocado para que me ayude, trataré en la medida que me sea posible, mostraros qué es la atención y cómo, Si Dios lo permite, se puede tener éxito en adquirirla.

Algunos de los santos han llamado atención a la preservación de la mente, otros, a la protección del corazón y aún otros, despertar la han llamado y así muchos nombres semejantes.

Pero todos estos nombres significan la misma cosa. Exactamente como de un pan uno puede decir: una rebanada, un trozo, o un pedazo, así debéis entender todas estas expresiones. Respecto de la atención misma y sus rasgos característicos, lo estudiaremos a continuación.

Atención es una señal de sincero arrepentimiento.

La atención es la imagen o apariencia que el alma puede tener de sí misma, rechazando al mundo y ascendiendo hacia Dios.

La atención es el renunciamiento del pecado y la adquisición de la virtud.

La atención es la indudable certeza del perdón de los pecados.

La atención es el comienzo de la contemplación o, más bien, su condición necesaria: porque por medio de ella, Dios se aproxima y se revela a la mente.

Atención es la serenidad de la mente o, dicho de otro modo, es mantenerse imperturbable, sin divagaciones en el don de la misericordia divina.

Atención significa detener los pensamientos, es la morada del recuerdo de Dios y la casa del tesoro donde yace el poder de resistir todo lo que pueda venir.

Por consiguiente, la atención es también el origen de la fe, la esperanza y el amor; porque aquél que carece de fe no puede resistir todas las aflicciones provenientes del mundo y aquél que no las sufre voluntariamente, tampoco puede decir: «El es mi refugio y mi fortaleza» (Salmos, X, VI, 2), y aquél que no tiene al Todopoderoso como su refugio, no puede ser verdaderamente sincero en su amor por El.

Este trabajo, el mayor de todos los grandes trabajos, puede ser realizado por muchos y aún por todos, si son debidamente entrenados. Pocos hombres reciben este don directamente de Dios, sin necesidad de enseñanza y trabajan por compulsión interior y al calor de su fe. Pero lo que es excepción no es la ley.

De manera que es necesario buscar un maestro que no esté él mismo en error, seguir sus instrucciones y así aprender a distinguir, en materia de atención, defectos y excesos de la derecha y de la izquierda, los que surgen por medio de sugerencias diabólicas.

De su propia experiencia acerca de las tentaciones, él nos explicará qué es lo necesario hacer y nos mostrará correctamente la senda mental que deberemos entonces seguir con menos impedimentos.

Si no estuviere tal maestro a vuestro alcance, se debe buscarlo, sin reparar en esfuerzos. Pero si, a pesar de tal búsqueda, no es encontrado, entonces, con espíritu contrito, invocando a Dios y orándole asiduamente y con humildad, trabajad según explicaré.

Vosotros sabéis que nuestra respiración es la inhalación y exhalación del aire. El órgano que sirve para ésto son los pulmones que rodean al corazón, de manera que el aire que circula por ellos envuelve de paso al corazón.

Esta respiración es, por consiguiente, el camino natural hacia el corazón. Por lo que, habiendo reunido vuestras mentes dentro de vosotros mismos (lo que también es atención), conducidla hacia el canal respiratorio a través del cual el aire llega al corazón y, junto al aire inhalado, forzad la mente a descender dentro del corazón y mantenedla allí.

Acostumbraos a ello, hermanos, no salgáis del corazón demasiado pronto, aunque al comienzo experimentéis gran soledad en tal aislamiento y reclusión. Pero cuando os acostumbréis a ello, empezaréis, al contrario, a disgustaros del sinsentido del girar exterior, por lo que no se hará desagradable ni tedioso permanecer adentro.

Exactamente como un hombre que ha estado alejado de su hogar al regresar es invadido de alegría al ver a sus niños y esposa, y los abraza y todo lo que les diga será poco, del mismo modo, el unirse al propio corazón, es experimentado con inexpresable alegría y deleite.

Entonces uno ve que el reino de los cielos está verdaderamente dentro de nosotros; y viéndolo ahora en sí mismo, uno lucha y se esfuerza con oración pura a mantenerlo y fortalecerlo allí, comprendiendo que todo lo externo no es importante e inatractivo por completo.

Cuando vosotros entréis así al lugar del corazón, según he indicado, dad gracias a Dios y, solicitando su misericordia, conservad siempre este trabajo y el os enseñará cosas que por ningún otro medio podríais jamás aprender. Más aún, vosotros deberíais saber que a medida que la mente se establezca firmemente en el corazón, no debe dejársela allí en silencio y ociosidad, sino repetir constantemente la oración: «Señor, Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí» y no cesar de hacerlo. Pues esta práctica, alejando los sueños de la mente, la torna evasiva e impenetrable a las sugestiones enemigas y la conduce cada día más y más a amar y desear vehementemente a Dios.

Si, sin embargo, y a pesar de todos vuestros esfuerzos no lográis entrar en el reino del corazón según he descrito, haced lo que os diré ahora y, con la ayuda de Dios, encontraréis lo que buscáis.

Vosotros sabéis que en todo ser humano el hablarse internamente depende del pecho. Así, pese a estar nuestros labios silenciosos, es en el pecho donde conversamos y hablamos a nosotros mismos, rezamos, cantamos salmos y hacemos muchas otras cosas de mayor inconveniencia. Entonces, habiendo ahuyentado todo pensamiento de este conversar interno (lo que puede hacerse si se lo desea), dadle al pecho la siguiente corta oración: «Señor, Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí» – y forzadla, a pesar de cualquier otro pensamiento, para tener solamente este sonido adentro.

Si vosotros trabajáis de esta manera con permanencia con toda atención, entonces con el tiempo ésto abrirá el camino hacia el corazón que ya he descrito. No es posible dudar de ésto, pues lo hemos comprobado en nosotros mismos por experiencia.

Si vosotros trabajáis de esta manera con un fuerte deseo y con gran atención, llenos de dulzura, una completa gama de virtudes vendrá: amor, alegría, paz y otras, por medio de las cuales, toda petición que hagáis será respondida en el nombre de Jesús Cristo, nuestro Señor, a Quien, con el Padre y el Espíritu Santo, sea dada honor y gloria, poder y adoración ahora y siempre y por siempre jamás. Amén.

Notas:

1.(Traducción directa del Ruso) «Philokalia»
2.Estoy digitalizando una versión basada en la traducción del francés de Editorial Lumen, algo mas extensa y con varias palabras diferentes. Pronto la tendrán disponible.

3. Nota biográfica:

Nuestro Santo padre Nicéforos vivió una vida de intenso trabajo espiritual en el sagrado Monte Athos, muriendo poco después del año 1340. Fue maestro y guía de Gregorio de Salónica (Palamas), en el estudio del método de entrenamiento para la obtención de la más alta sabiduría según testimonio de su propio discípulo.

En silencioso recogimiento no perturbado por problemas mundanos y manteniendo su atención puesta exclusivamente en sí mismo, alcanzó la indescriptible unión interna con el Dios Eterno, recibiendo en su corazón la bendita iluminación de la Gracia Divina. Exaltado por este divino don es como un padre guiándonos con sus escritos a través del mismo camino. Seleccionó de los libros y vidas de los Santos Padres, pasajes relativos a la sobriedad, a la atención y oración, agregando finalmente consejos derivados de su propia experiencia e invitándonos a todos a elevarnos hacia la más perfecta comunión con el Señor por medio de la oración de la mente y del corazón.

estilita
Icono de Simeón el estilita

One Comment on “La Oración del Corazón

  1. Dios no desam[ara al que lo busca lo prueban estos escritos; El quiere unirse a nosotros

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