La paz del corazón
El intelecto ensalzado hasta la cima de la ciencia contemplativa es iluminado; también lo es quién llega a las razones de las cosas, pero se oscurece nuevamente si se deja envolver por la pasión.
1. Es necesario que quién se dedica a la ciencia espiritual sepa cuando el intelecto se encuentra en la región de los conceptos, cuando en la de los pensamientos y cuando en la de la percepción sensible. Y es más, cuando está en ésta, si se trata de percepción sensible oportuna o inoportuna.
2. Si el intelecto no está en la región de los conceptos, estará seguramente en la de los pensamientos, puesto que si está con los pensamientos no está con los conceptos. Si en cambio está en la percepción sensible, está con todas las cosas.
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4. El intelecto que se recoge en sí mismo no contempla nada, ni las realidades sensibles ni las del pensamiento, sino despojados conceptos y rayos divinos que hacen surgir paz y gozo.
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6. El intelecto que se abre a muchas vías se convierte en insaciable. Pero si se recoge en la vía única de la oración, antes de llegar a la perfección se siente angustiado y pide insistentemente regresar allí adonde había venido.
7. El intelecto que descendió desde las alturas, no subirá allá otra vez sin haber vuelto perfecto su desprecio por las cosas de aquí aplicándose a las cosas de Dios.
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10. Cuando hayas liberado tu intelecto de la voluptuosidad de los cuerpos, de las riquezas y de los alimentos, entonces Dios considerará puro también el don que le ofrecerás. Y, en cambio, se abrirán los ojos de tu corazón y podrás meditar con claridad las palabras de Dios escritas en él, que serán juzgadas por tu paladar espiritual mas dulces que la miel y que el panal, por la dulzura que destilan.
11. No podrás lograr que tu intelecto sea superior a la concupiscencia de los cuerpos, de las riquezas y de los alimentos no necesarios, si no lo induces para que vaya a la pura región de los justos, en la cual, el recuerdo de la muerte y el de Dios, al brotar, borran del corazón terrenal todos los embates de la concupiscencia.
12. Nada es mas terrible que el pensamiento de la muerte, ni más maravilloso que el recuerdo de Dios. En efecto, uno causa una saludable tristeza, el otro nos aporta alegría…pero es imposible que uno posea la segunda cosa si antes no pasa por la áspera experiencia de la primera.
13. Hasta que el intelecto no vea la gloria de Dios a rostro descubierto, el alma no podrá decir con la fuerza de su sentir: Más yo exultaré en el Señor, gozaré en su salvación. En efecto, sobre su corazón yace un velo, el del amor propio, para que no le sean revelados los cimientos de la tierra que son las razones de los seres. Y el velo no es quitado del corazón sin las penas voluntarias e involuntarias.
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16. No ha sido todavía crucificado con Cristo quién aún posee los movimientos naturales de la carne; ni ha sido cosepultado con Él quién arrastra sus pensamientos síquicos. ¿Cómo entonces podría corresucitar con Él, para vivir una nueva vida?
Elías el presbítero – Capítulos gnósticos
Filocalia, vol II, pags. 438/39/40 – Ed. Lumen 2003
Imagen de: Zacarías Cerezo