La paz del corazón
Meditación XIII
Hay maneras hay, casi innumerables, de contemplar las cosas divinas. Nacen en nuestra mente, según la perfección de nuestra vida y la pureza de nuestro corazón. Merced a ellas, una mirada pura basta para ver a Dios o, por lo menos, mantenerse junto a El.
Pero nadie podrá retenerlas largo tiempo, ni perseverar en esta contemplación, si queda en su alma algún vestigio de afectos carnales: «No podrás ver mi faz, dice el Señor, pues no puede verme el hombre y continuar viviendo» (Ex. 33, 20).
Para que esa contemplación sea plena hay que vivir cada día aquello que nos pide el Señor en su palabra de amarle con todo nuestro ser; es imposible amar al Señor y expresarlo a la vez en la contemplación haciendo simultaneamente un guiño al mundo.
Guardando las exigencias de la Caridad y si lográsemos vivirla crecientemente remontaríamos hacia El y a cada momento nuestro corazón lleno no puede fijar su mirada en otra cosa pues sería imposible llenarlo , y El lo agranda en cada instante . ¡Que bello es saberse Amado! ¡Jesús enviame Tu Santo Espíritu para que pueda morir y asi poder vivir!