La paz del corazón
La razón de ser de esta fraternidad no reside en ella misma. Porque ella es una fraternidad abierta por los cuatro costados y no tiene verja ni cierre de ningún tipo.
Por una parte es como una especie de parcela consciente de la Iglesia. De la Iglesia lo recibe todo. A la Iglesia se lo debe todo.
Secular, inmersa en el mundo, su única tarea es una disponibilidad total al amor de Dios “que amó tanto al mundo que le envió a su Hijo”. El amor evangélico, cuya cima es la vida en fraternidad, si dirige al mundo. En el mundo están los hombres en medio de los cuales vivimos.
Si lo que hace nuestra fraternidad es el don personal de cada uno de nosotros entregado a Dios, este don que nos une es también el que nos dispersa, el que nos empuja hacia ese prójimo que nos ha elegido y para el cual Él nos ha elegido.
Sean quienes fueren las personas que se cruzan en nuestro camino, las amaremos con todo nuestro ser, pero también con ese increíble amor que sólo tiene Dios, que es Dios. Si a veces, parece que tenemos preferencias es porque el amor no puede dejar de darse y actuar según las necesidades. Las “preferencia” existen incluso en el Evangelio. No se trata de auténticas preferencias, sino del amor que no puede dejar que tengan hambre los que la tienen, que permanezcan desnudos los que lo están, que sigan llorando los que lloran, pecando los que pecan o en la ignorancia los que caminan en las tinieblas de la muerte.
La vida en común es una ventilación minuciosa y violenta para impedir, para impedirnos vegetar bajo las cenizas, para que, allá afuera, cualquiera pueda recibirlo que espera del amor.
La pobreza u la obediencia son virtudes abiertas y nunca deterministas. El prójimo interviene sin cesar, plantando sus necesidades en medio de nosotros, sus necesidades que se convierten en las nuestras. Debemos estar sin ataduras, y de hecho lo estamos, por todas partes. Por eso, una fraternidad en la que los miembros no se han elegido reclama el mismo corazón.
Madeleine Delbrêl.
Las comunidades según el Evangelio. PPC, Madrid, 1998, pp.66.67
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FELIZ TIEMPO PASCUAL, HERMANOS, A LA ESPERA DE UN NUEVO PENTECOSTÉS EN NUESTRAS VIDAS Y FRATERNIDAD
PAZ Y BIEN, Secular, inmersa en el mundo, su única tarea es una disponibilidad total al amor de Dios “que amó tanto al mundo que le envió a su Hijo”BENDICIONES
Tiempos han pasado sin comentar en esta comunidad de hermanos. Para todos un afectuoso saludo de pascua de resurrección. Que Jesucristo, el resucitado, los bendiga hoy y siempre.
Y cuando el amor al prójimo duele ?
Feliz Pascual del Resucitado a todos los hermanos de esta “comunidad dispersa pero unida bajo en liderazgo de Cristo!!