DESERTUM

 

monge medita

Pocos pasan demasiado tiempo en un monasterio sin experimentar que el crecimiento en el camino que nos introduce en el Misterio sigue un proceso de simplificación y profundización purificativas.

Y precisamente al crecer cuando sentimos todo lo contrario: el crecimiento se vivencia como un decrecer, la cercanía como lejanía, el lenguaje del silencio como una conversación de sordos. En definitiva, la oración es tiempo perdido e infructuoso. El Abad de Claraval, hombre de experiencia, dice a este propósito:

                Siempre que hablo de la oración, me parece oír en vuestro corazón ciertas palabras inspiradas en criterios humanos. Las he oído más de una vez y también las he experimentado ocasionalmente en mi corazón. ¿Cómo  se explica que, aunque no dejemos nunca de orar, casi ninguno de nosotros parece  experimentar el fruto de la oración? Como  entramos en la oración, así salimos. Nadie nos responde una palabra, nadie nos da nada, parece que trabajamos en balde. Pero ¿qué dice el Señor en el Evangelio? No juzguéis por impresiones, juzgad según justicia. El juicio de la fe es el único justo. El justo vive de la fe. Guíate por el juicio de la fe, no por tu (interpretación posterior a la) experiencia, porque la fe es veraz, y tu experiencia engañosa. ¿Cuál es la verdad de la fe? ¿No es la que prometió el Hijo de Dios? Cualquier cosa que pidáis en vuestra oración, creed que os la han concedido y la obtendréis. Hermanos, no despreciéis vuestra oración. Os digo que aquel a quien oramos, tampoco la desprecia. Antes de que salga de vuestra boca, ya la manda escribir en su libro. Podemos esperar, sin duda alguna, una de estas dos cosas: nos dará lo que pedimos o lo que Él sabe que nos conviene. Nosotros no sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir. Él se compadece de nuestra ignorancia y acoge con bondad nuestra oración. Pero no nos da lo que no nos  conviene o no tiene por qué dárnoslo tan pronto. La oración nunca es infructuosa (Bernardo, Quad 5,5).

Notemos que San Bernardo no usa la palabra experientia sino experimentum, es decir, el resultado de la experiencia misma. Más que decir: “no confiéis en la interpretación posterior a la experiencia”. La oración nunca es infructuosa. Si la interpretación de la experiencia orante nos lleva a conclusiones diferentes, hay que decir que está equivocada y ha de ajustarse al dictamen de la fe. ¡La falta de confianza en nuestra oración es una falta grave de fe!

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[Extracto de “SOL EN LA NOCHE. Misterio y Mística cristiana desde una experiencia monástica”. BERNADO OLIVERA.  Monte Carmelo, Burgos, 2001m pp.129ss.]

3 Comments on “DESERTUM

  1. “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, cuando no sabemos qué pedirle a Dios, el Espíritu mismo le pide a Dios por nosotros. El Espíritu le habla a Dios a través de gemidos imposibles de expresar con palabras” (Rm 8,26). Dejémonos guiar por el Espíritu Santo, el nos ayudará a clamar: Abbá. Con mi oración y bendición. P. Juan Cardona

  2. Muy bien, «él nos dará lo que pedimos o lo que sabe que nos conviene». Creo que esta es una de las claves que mas nos pueden ayudar a perseverar en la oración. Es la fe que nos lleva a confiar y a obrar conforme al querer de Dios. Al final es él, el que nos permite cumplir su voluntad. Para mi es ese es el fruto de la oración: poder hacer hacer su voluntad siempre.

  3. ¡y…, esto es de esperar si somos sensatos…, solo vemos los fenómenos fisicoquímicos macros, los pequeños los intuimos o los vemos con aparatos…y otros utilizando modelos teóricos…y ni que hablar de los psicológicos… mientras El todo lo Sabe y Conoce así que ante el Todo ¿Qué podemos hacer?… solo aceptar sensaciones agradables si nos las Da y mejor aún si aportan algo pero siempre siguiendo el concepto de la Misericordia y que por el Bautismo estamos para imitarlo a El en nuestra entrega a los demás, es decir solo para amar!

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