El desierto de lo imprevisto

Nuestra particular situación interna se manifiesta clara cuando estamos en medio del desierto. Cuando nos quedamos sin poder disponer de aquello a lo que nos aferramos. De pronto, no podemos repetir la ejecución de aquél hábito o entablar conversación con aquella persona, no podemos ya contar con lo que contábamos. El desierto puede sobrevenir al surgir la enfermedad, el desempleo, la soledad no querida o una repentina variación del ánimo que nos deja en la acedia.

El desierto, aquello que no tiene confines, nos deja sin asideros, nos arranca las dependencias, nos desnuda; nos muestra el propio rostro, ese que no queremos ver, para no sentir el dolor de nuestra constante postergación del cambio. Esta figura –la del desierto– a la que siempre se menciona en la historia de la espiritualidad, refleja la situación del alma humana: Estamos aquí, en medio de la inmensidad, incluidos en lo que no se puede medir ni comprender.

Es en esta situación de perplejidad ante la existencia misteriosa, cuando pueden manifestarse en nosotros las verdaderas preguntas. Por ello, La Voz clama en el desierto,  (Juan 1, 23) llamándonos a la transformación profunda, a un vivir más verdadero, nos inspira el deseo de sacralizar la vida. ¿Es que acaso la vida tiene sentido sin lo sagrado en ella?

La irrupción del desierto en nuestra vida, -el surgimiento de lo no deseado o la caída de las ilusiones- es una forma en la que Dios nos llama al despertar del espíritu. El vacío del desierto nos anonada, desmantela las falsas seguridades, nos revela lo que es. ¿Qué pasa si no voy a hacer aquella compra? ¿O si no voy a conversar con aquella persona? ¿O si no enciendo la televisión o no acudo a Internet? ¿Qué pasa si permito que el desierto ingrese a mi vida? Y, en ese caso, ¿Cómo atravesarlo realmente en lo cotidiano?

Despejemos el camino, para que se manifieste en nuestra vida aquella Luz de la que Juan era testigo. (Juan 1, 6-8 ) Y entonces ¿Cómo despejar el camino?

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6 Comments on “El desierto de lo imprevisto

  1. Pingback: Despejar el camino – El Santo Nombre

  2. Tener la valentía de permanecer en ese vacío, no es fácil, y a veces la vida nos obliga, y es para agradecerlo. Muy buena entrada. Un abrazo.

    • “La llevaré al Desierto y le hablaré al corazón…”, la famosa profecía de Oseas (2,16), leída a través de este texto, me confirma la locura de amor Dios por nosotros, quien permite “estos periódicos desiertos” para llevarnos a la intimidad con Él y que entremos más profundamente en su Corazón -más libres, más ligeros-, donde Él va haciendo su obra: ora sana, ora purifica, ora corta y poda, ora consuela y libera… Gracias- Un abrazo.

  3. Deserto. Vem bem de encontro ao que vivo hoje. Sofrendo disfonia. Artrose. Sem poder falar. Escutando tudo. Natureza. Pessoas .nem tanto hoje. Escutando Deus. O interior se rebela. Se aquieta.

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