El detenimiento

Serie sobre la oración I

Una de las prácticas más útiles para la vida de oración que he conocido es la del detenimiento. Como pasa en esas películas que vienen en velocidad normal y de repente cambian la música y se enlentece el fluir de las imágenes. Todo se aprecia mejor. Uno ve la hoja que cae danzando detrás del actor y una paloma que vuela despacito como flotando allá detrás y a lo lejos. Y se observa mejor como se construyen los gestos del personaje mientras camina introspectivo… luego todo se detiene y la cámara mira desde diferentes ángulos.

Bueno eso mismo podemos hacerlo en nuestra vida. Efectuar pequeños altos a lo largo del día. Sencillamente disminuimos nuestro ritmo para quedarnos quietos unos momentos y permanecer presentes a ese instante completamente. Es decir me quedo quieto y atiendo. ¿A qué? A todo. Puedo ir focalizando en distintas partes o atender globalmente. Hay que ver lo que mejor le sienta a cada uno. El punto es parar y si hay verdadera atención en pocos instantes aparece la oración. Veamos con más detalle.

Uno puede detenerse en cualquier momento propicio sin llamar mucho la atención. Durante la caminata en el parque, en algún momento oportuno en la oficina o en casa durante las tareas, en fin, cuando se pueda. Tratamos allí de ser un punto fijo que mira el movimiento alrededor. Sentir el cuerpo ayuda para anclarse o por ejemplo sentir las plantas de los pies contra el suelo, eso nos sitúa. Luego miro el panorama que esta en frente. Lo que sea. Y puede ser mejor si trato de mirar sin fijar nada en particular sino la escena global.

Me hago consciente del cielo encima, con algunas nubes, de los árboles allá que se mecen suave, de un perro que se hace el distraído mientras se acerca, de los sonidos distantes de los coches, de la brisa en la cara, de las asociaciones de pensamientos que desde la memoria «hablan» sobre lo que se ve, etc. Aquí estoy yo, «el sujeto» que mira «objetos» diversos. Respirar, simplemente tratando de estar ahí, viendo, sintiendo, viviendo eso y nada más. Testifico. Cómo si fuera una cámara que registra algo para la posteridad, una milésima del tiempo en el espacio irrepetible.

Esto realizado con frecuencia provoca cambios; es curioso pero nos va transformando el modo de ser y de estar. En ocasiones, estando allí mirando, sintiendo, respirando y existiendo… aparece una especie de presencia envolvente, como si hubiera un espectador que no está a la vista. Que no es el sujeto ni los objetos. Uno se descubre mirado y a la vez amado. No se puede decir mucho porque sino se arruina lo que se quiere decir. En realidad todos sabemos de esto, de esta intuición o presentimiento de lo sagrado. Es como un aire que no es aire pero que está en todos lados.

¿Y la oración donde está en todo esto? La oración empezó en el momento mismo en que tuviste el coraje de detenerte. De salirte brevemente al costado del frenesí. O en el momento en que te diste cuenta que se te estaba llamando a la oración. Empezó como un mínimo acto de conciencia: «Voy a parar un instante». Y se continuó en todo lo demás. Mirar con atención es orar con la mirada. Y lo mismo al escuchar, al sentir y lo demás. Y suele suceder, puede llevar algún tiempo; que en algún momento de este atender en cierta quietud, uno escucha algo extraño que parece venir del corazón. Como un ritmo o un aliento indefinible y sin saber porque se siente como sagrado.

Se siente sagrado lo visto y uno mismo parece sacralizarse y entonces se comprende mejor a los que dicen que dentro de todos hay un recinto secreto o un templo escondido en el cual se entonan los salmos de alabanza. ¿Y si hago esto pero sin embargo no siento nada de eso que se describe? ¿Si por el contrario me quedo quieto y no sé que hacer o me siento extraño y confundido? Buena pregunta. En ese caso miras la confusión y la extrañeza, las sientes, las vives enteramente y puedes decir:

¡Oh Señor no me doy cuenta de tu presencia… pero como me gustaría percibirte! ¡Cómo me gustaría que dejaras de ser idea o anhelo o creencia y que fueras para mí certeza inamovible… cómo me gustaría! Pues pocas oraciones dan tanto fruto como esa. Es un clamor milenario de la humanidad toda, presente en el propio corazón y que se hace desde el ahora.

elsantonombre.org

Leer algún salmo con voz audible, en la calma del cuarto, con tranquilidad y saboreándolo con el corazón, es una forma muy útil para acercarse a la profundidad del alma. Incluso, repetir su lectura varias veces, permite que afloren significados nuevos que dan luz a nuestras situaciones. La vida monástica se asienta mucho en la salmodia y los autores de Filocalía la utilizaban mucho también. Si tu practicas con frecuencia la salmodia y quieres contar tu experiencia o tienes alguna duda respecto al tema de la oración, escribe en los comentarios del blog. Un abrazo fraterno en la invocación de Jesús resucitado.

10 Comments on “El detenimiento

  1. «Mirar con atención es orar con la mirada». Pero se nos dice que también es importante orar con el deseo. Me parece genial: «Oh Señor, no percibo tu presencia, pero cómo me gustaría percibirte…que dejaras de ser una idea y fueras certeza…». Esta posiblemente sea la mejor oración, porque en ella, dejamos a Dios ser Dios y también porque ese es el continuo anhelo de toda la humanidad.

    • Hola José! Si… sabes, al asumir la aparente ausencia y desde allí invocar o «reclamar» la presencia, se produce cierto espacio en nosotros que permite un cambio. Nos sintonizamos. «Dejar a Dios ser Dios»… interesante, tiene tela para cortar como dicen por allí. Un abrazo en Jesús resucitado.

    • Totalmente de acuerdo con tu comentario P. José.
      Mirar, desear…y esto mismo ya es una gracia, así que orar, pedir, suplicar.

      He leído que predicarás el lunes en honor de San Vicente. Enhorabuena. Tal vez pueda escucharte.
      Un saludo en Cristo resucitado para todos.

  2. Gracias por tu comentario, Encarna.
    Espero que te haya ido bien en Madrid.
    Que la protección del Santo Nombre nos cubra a todos

  3. El detenimiento igual abre muchas puertas.
    No se me ocurre otra llave que tengamos «tan» a nuestra disposición.
    Es como estar en una casa, en medio de la llanura, una casa sin puertas ni ventanas, igual sin techo, en la que todo el aire y toda la luz está presente y uno mezclado con ella.
    No hay expectativas entonces, sólo un anhelo de permanecer en ese lugar donde es como si todo nos hablara aunque no escuchemos nada.
    Una sensación de calidez y beatitud.
    Eso me parece que es el detenimiento, el simple gozo se estar, sin recuerdos ni expectativas que pesen o distraigan.
    Un estupor dorado. O celeste.
    Todos lo hemos vivido, una camisa secándose al viento o una colilla arrastrada por el agua inmensa bajo un cielo gris.
    En esos momentos uno se abre a la belleza, o a algo a lo que no puede resistirse y todo está bien.
    Y lo podemos provocar, como nos decía el hermano Mario en el retiro de diciembre, con mirar las cosas de otra manera al levantarnos. Me sorprendió, el clima interior cambiaba, uno estaba más esponjoso, más propicio a acoger el Santo Nombre, y esta sensación podía volver a lo largo del día.
    Antes vivía esta sensación fundamentalmente al recordar una tarde, una calle, un patio… ahora sin embargo puedo entrar en ella, como en una casa abierta, a voluntad.
    Y lo hago.
    Y hace falta muy poco, puede ser una cuchara, una taza, un televisor apagado, una escoba contra la pared, una forma de vibrar la luz o palpitar la oscuridad.
    Y ya estamos en el estupor que nos abre las puertas, nos llena vaciándonos de nosotros mismos. Y esto no son solo palabras.
    Pero si uno se detiene, si el mundo se detiene para uno entramos un lugar donde las palabras dichas y no dichas se juntan como la luz y el sol, en una mañana apacible y no hay nada más.
    La casa de que hablaba puede no tener siquiera paredes.
    Pero estamos, en la quietud, en casa.

    • Que maravilla Andrés!!!. La lectura de tu escrito ha sido una meditación hermosa para mí….ha sido un volver a casa.. repito tus palabras “vaciarnos de nosotros mismos” ..
      Gracias hermano por compartir.

      Bendiciones y Paz, mucha Paz

    • Hola Andrés! Sí, es como ha dicho Encarna, es un muy lindo texto que sirve a manera de meditación. Lo has expresado con claridad y belleza. Un abrazo grande, Invocando a Cristo.

    • Gracias por tan hermosa meditación, palabras llenas de verdad, que inspiran a poner en práctica,
      Gracias por todo el trabajo que hacen , al equipo del Santo Nombre, unidos en la invocación del nombre poderoso de Jesús, bendiciones

      • Hola Laura! Gracias por tu gracias, es alentador. Aunque en realidad sabes, los primeros beneficiados somos nosotros mismos. Al postear estas cosas recordamos y este recordar (volver al corazón) nos lleva al centro y ahí vamos todos, buscando lo que ya tenemos pero olvidamos. Un abrazo fraterno en Cristo.

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