La paz del corazón
¿Cómo hacer con las pasiones del cuerpo? Con ese apego a lo sensible, con los apetitos varios, con la avidez de lo corporal?
Hemos consentido al cuerpo desde siempre por imperativo cultural. Lo hemos considerado lo más importante y lo hemos sobreprotegido. Nos pusimos al servicio de nuestro cuerpo en vez de situarlo como herramienta al servicio del espíritu. De tal manera, hoy se ha transformado en un niño malcriado y caprichoso, que nos tiraniza y que cuando no consentimos se pone a chillar para doblegarnos. Hemos de reeducarlo con astucia e inteligencia. Con afecto pero con firmeza. Hemos de ir quitándole caprichos muy poco a poco, hasta que se conforme con lo necesario, con aquello que le hace bien, que lo hace sentirse mejor de verdad. Cuando al cuerpo le damos solo lo necesario deja de ser un velo que oculta la presencia de Dios. Pero hay que ser pacientes y humildes. Puede llevar años dependiendo de cuan oprimidos estemos bajo su yugo. De todos modos, cualquier esclavitud por pequeña que sea de la que te libres es un buen alimento que hace crecer al espíritu.
¿Qué es lo que más daña al cuerpo?
La inmoderación, en cualquier aspecto y la preocupación mental; que se manifiesta como múltiples tensiones contractivas que impiden el buen funcionamiento orgánico. Has de apreciarlo correctamente. Si odias tu cuerpo por la razón que sea, termina sintiéndose mal como una mascota a la que no damos cariño. El cuerpo está a tu servicio y no a la inversa. Cuando lo acostumbras a esto se siente bien porque así fue creado, como instrumento al servicio del espíritu que es tu verdadera esencia, el hijo de Dios inmaterial que vive en ti.
En síntesis, no le pidas al cuerpo que cumpla el papel de Dios. No podrá darte la plenitud que buscas y que solo la presencia divina puede dar. Utiliza una ascética inteligente y humilde sumada a una oración fervorosa en la forma que tu prefieras y verás que empieza a hacerse dócil y a servirte…
Clase 52° de Filocalía – «El velo de las pasiones»
Muchas gracias, pues verdad lo importante es comenzar aunque sea con pasos muy pequeños, y tener claro que solo es un instrumento para llegar a Dios, gracias.
Así es Gimena. El último paso depende del primero dice algún libro, con paciencia, sin apuro y con la tranquilidad de saber que es Él quién nos ha traído a este camino. Hasta pronto y que la gracia te acompañe!
muy interesante el poder distinguir con claridad entre cuerpo, alma y espíritu, dándoles a cada uno su singularidad, lo cual no es fácil, pero si necesario para aprender bien lo que somos y lo que estamos llamados a ser
Hola José. Sí, así es. Tiene utilidad porque nos podemos situar mejor en cada situación. La división tripartita encaja más, creo, con lo que uno vive en el cotidiano. Se pueden percibir estas tres partes interactuando. Un abrazo en Cristo.