La paz del corazón
Hijo querido, Cristo te cuide. Pues te hago estos comentarios, en base a lo que me ha venido para responderte. Tómalo como lo que es, el compartir de una experiencia de quién recorre el mismo camino hacia el hogar común, esa tierra de plenitud, que a veces recordamos difusamente.
Lo primero es desentenderse de las etiquetas. Las calificaciones que nos ponemos en el ámbito de lo espiritual o de lo religioso son como uniformes con los que se viste el ego. Si te llega la ocasión en que debas revestirte de algún hábito, pues recíbelo con el significado que este venga trayendo, pero recuerda que ante Dios estamos todos desnudos. Quiero decir, no te creas ser esto o lo otro, porque precisamente el Ser no tiene atributos, es más bien aquello de lo que se cuelga todo lo demás. El ser es el fondo, todo lo demás formas.
Así que no te equivoques, no pongas como propósito llegar a ser esto o aquello. Por más espiritual que aparente ser la meta, viene a ser otro disfraz en el cual se afirmará la ansiedad. ¿Y entonces..? En cada momento te aparece un deber, de la índole que sea. Cuando tratas de responder a ese presente que te llega con la mejor actitud que puedes encontrar desde el fondo de tu miseria, lo sagrado empieza manifestarse.
Imagina un hombre que vuelve a la casa extremadamente cansado por el agobiante trabajo del día, llega y le da un beso a la mujer, luego saluda a los niños y les regala un chocolate. Mientras la cena se está preparando se sienta al fresco del crepúsculo y mira con asombro las primeras estrellas. Descansa. ¿Es este hombre menos monje o menos religioso que quién en el coro canta las vísperas? Pues no, ambos hacen lo que deben y se regocijan a su manera en sus labores.
¿Quién rinde mejor alabanza? El gallo que canta anunciando el alba o la flor que se abre gozosa ante el sol que despunta? ¿Es el niño que llora mejor o peor que el que ríe? El que niega a Dios también de este modo le tiene en cuenta y aunque no lo sabe, la negación es la primera forma de oración. Las virtudes vienen cuanto más conscientes somos de nuestra total falta de ellas. Cada uno en lo de cada uno. ¿Te imaginas a un roble pugnando por incorporar en sí las cualidades del jazmín?
Es bueno reconocerse a sí mismo y sin maquillajes aceptarse. Desde allí, desde ese cariño propio, amar a Dios por habernos dado el ser. Al final, si me quejo de como soy reniego de la obra de Dios. Ahí está la dignidad profunda y válida, en nuestro origen. (Hechos 17, 28-29) Lo demás son secundariedades. Me dirás… ¿Pero es que no debo tratar de mejorar, de incorporar virtudes? Claro que sí, pero mira bien de que estamos hablando. Si la presunta virtud es como una condecoración que te agregas al uniforme de la autoimagen, has trabajado en vano. Pronto se arruinarán los colores de la tela y el brillo de la medalla…
…el asunto es vivir despierto, vivir de verdad, reconociendo la manifestación de Dios en todo lo que va pasando. Lo sagrado se ausenta en la misma proporción en que te duermes al momento. Desecha al autómata que vive en ti y entrégate de manera impecable al servicio de lo que acontece…
adaptación simplificada de una carta de Esteban (17 de marzo de 2005)
Enlaces de hoy:
Gracias por compartir esta carta respuesta a Esteban, me viene como anillo al dedo. Justo después de terminar la primer etapa de Ejercicios Ignacianos y aun en la rumia de ellos, encontrar esta publicación hace bien a mi caminar hacia el Padre..
Hola hermanos, hace muy poco me he incorporado a este blog que cada día me sorprende más. La carta de hoy, como todas las basadas en el Hermano Esteban, respira autenticidad, siento que pone el dedo en la llaga de nuestras vanidades, de tantas falsas ilusiones en las que apoyamos nuestra vida. Dios le bendiga y a todos vosotros que hacéis posible la divulgación de la Oración de Jesús. Me siento como si hubiera encontrado en tesoro.
Esteban!!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡Qué carta tan maravillosa has recibido y que también nos envías! Es desde este lugar de abandono confiado de ser amados tal como somos, aunque estemos luchando por ser tan buenos como nuestro padre, desde este lugar de confianza humilde que estamos haciendo lo mejor que podemos aunque estamos lejos de alcanzar la estatura de nuestro padre. . , de aquí brota la paz y la serena confianza. sabiendo que todo lo hacemos de la mejor manera posible en todo lo que nos dedicamos… sin el peso del esfuerzo, de la meta, del logro, en la suavidad del día que sale y se pone, y la hierba que crece y luego Se marchita en paz con su fragilidad, insignificancia y fugacidad, pero al mismo tiempo consciente de que su existencia tiene un valor inestimable para el padre que la crió.