La paz del corazón
Todo el tiempo se abren ante nosotros dos caminos. Un sendero va hacia abajo y se va oscureciendo conforme descendemos. La otra vía es ascendente y se ilumina a cada paso.
Cuando hablamos de oscuridad nos referimos a pérdida de consciencia, a confusión en las motivaciones; a desconcierto, inquietud, pesar y una multitud de sensaciones parecidas. Por lo general, todo lo automático nos lleva al crecimiento de lo animal en nosotros, nos hunde en la esclavitud de las dependencias variables. Poco a poco nos vamos asfixiando de malestar.
Cuando hablamos de luz, nos referimos a claridad y paz que aumenta. Hay precisión en la acción que brota de una recta intención; hay sentimientos de benevolencia, de confianza y una creciente hermandad con todo lo viviente. Al seguir hacia arriba los pensamientos disminuyen, el silencio mental es frecuente y aparecen comprensiones espontáneas e intuitivas. Nos sentimos guiados por la providencia.
Esta opción se da a cada instante. La advertimos con nitidez cuando estar atentos se nos ha hecho costumbre. De hecho la libertad humana se funda en esta cualidad atencional que se abre paso hacia la luz como intención primera. Está en el origen de lo que somos, es una impronta matriz que tenemos desde que fuimos creados. Es el «hágase la luz» (Génesis 1, 3-5) que está inscripto en lo más profundo de nuestra naturaleza. Ese es nuestro destino y la sustancia misma de lo que somos.
Me resulta chocante esta dualidad, esto de bien o mal, de luz y oscuridad… no puede ser que la vida sea lucha…
Lo entiendo. Sin embargo hemos de aceptar que a la unidad se llega a través de la dualidad. Primero asumir lo que ocurre; nuestra sensación de soledad, separación, desamparo a veces; nuestra constante búsqueda anhelante de la paz… y desde allí que es nuestra verdad actual, elevarnos hacia la unidad que es Dios. No te hablo en términos de que un ser maligno rige a las fuerzas oscuras que pelean contra las fuerzas de la luz comandadas por Dios. En realidad todo es luz, la oscuridad no es. Míralo de este modo: Nuestro origen y destino es Dios. Cuando nos adecuamos al patrón o al molde con que hizo lo existente brillamos y encontramos significado y plenitud.
En otras palabras: la imagen de Dios es Cristo y cuando dejamos que se transparente en nosotros devolvemos a Dios la imagen según la cual nos hizo. (leer cap. 86 de la segunda centuria de Nicetas) Pon tu atención en no reaccionar sino en un actuar intencionalmente según los evangelios. No hay situación en la vida para la cual no sirvan los dichos de Jesús. (Lucas 6, 31-38) Allí, en esos versículos está resumido todo esto de la acción y la reacción, de lo automático o lo intencional en nosotros. Hacer lo que dijo Cristo necesita de nuestra atención en el día a día, de otro modo miramos sin ver, oímos sin escuchar…(Mateo 13, 13).
Práctica del día
En cada momento, ante cada nueva situación, decidir que acción sería intencional, es decir portadora de luz y que me elevaría hacia Dios; y cual sería la reacción (automatismo) que me llevaría hacia la oscuridad o hacia la ausencia de lo sagrado. Por ejemplo, ante una actividad imprevista que aparece y que no deseaba; puedo empezar a quejarme y hacerla con fastidio y a las apuradas o invocar a Jesucristo y llevarla a cabo con la mayor devoción posible.
Haz clic aquí para el audio donde se comenta sobre la práctica sugerida
Haz clic aquí para un vídeo sobre la no-reacción que puede ser útil como complemento
Hola hola
Estoy siguiendo estos ejercicios. Este en particular me generó una especie de parálisis. Algo tan simple como ponerme a lavar ropa Es automático porque es un hábito y necesito la ropa limpia, luego noté que tenía ropa sucia acumulada la lavo y me atraso en los otros que haceres o hago los otros quehacere y dejo la ropa sucia otro día. Encuentro plenitud lavando la ropa, lo hago como quienlava la ropa a Jesús. y qué hace cuando las opciones son igual de luminosas.
Pingback: Listados de los ejercicios e invitación | Hesiquía blog
amén