La paz del corazón
Texto y práctica sugeridas
Una cosa fundamental es definir algunas reglas básicas para nosotros mismos, que nos sirvan de pauta para ir evaluando nuestro caminar. En ese sentido, destinar unos pocos minutos al final de la jornada a evaluar lo hecho, es de gran utilidad. No es fácil acostumbrarse a ello. Ya cuando uno se va hacia el descanso, detenerse y examinar las acciones del día transcurrido, produce mucha resistencia mental. No nos dan ganas por decirlo simple. Pero si nos acostumbramos incrementa muchísimo la atención al día siguiente. Notaremos como permanecemos más atentos en aquellos temas que detectamos flojos en la evaluación de la noche. ¿Qué debo evaluar?
Depende de tu modelo de conducta y de las virtudes que necesites cultivar para alinearte con él o ella. Pero si lo queremos simple, pues hay que evaluar nuestro grado de atención a la presencia de Dios. Si hemos estado atentos a ella o al menos a buscar lo sagrado entre las actividades; no será difícil detectar los momentos en que esta consciencia estuvo ausente o muy debilitada. Seguro se ha notado en el comportamiento.
No es para mortificarse, ni culparse, ni deprimirse. Al contrario, darse cuenta de los automatismos que nos hacen vivir medio dormidos es la mitad de la victoria. Por eso, esta evaluación que en cinco minutos nos de la medida de nuestra atención, en actitud orante, nos dejará un residuo de consciencia que notaremos en la nueva jornada. Esta evaluación o examen de lo vivido, tiene que ser como lavarse los dientes o ir al servicio, es algo que uno no se plantea abandonar.
Por supuesto lo que ya vimos repetidamente: al despertar sintonizar la frecuencia correcta para iniciar las acciones. No empezar con el pie izquierdo sino bien emplazados, anclados a La oración de Jesús o la propia forma de oración personal, tiene que ser tan importante como ponerse los pantalones o la camisa. Uno no sale a la calle en paños menores. Del mismo modo, no debemos ponernos en marcha sin entregarnos a Su voluntad providente y sin invocar desde el corazón su asistencia y cobijo. Al fin de cuentas estamos vivos porque Dios lo quiere. Tratar las horas que transcurren con el respeto atencional que se merecen nos hace mucho bien.
Y el resto del día buscar la concentración de fuerzas, evitar la dispersión. ¿A que hora voy a leer o ver las noticias? Pues a tal y por tanto tiempo y nada más. De otro modo nutrimos a la mente de mil elementos que están sobrando en nuestro propósito y eso no es gratuito, nos fragmenta interiormente. Cuidar nuestras percepciones porque son también un alimento. No ser golosos de percepciones, practicar lo moderado. Y esto incluye las cosas también llamadas espirituales, hacia las cuales vamos a veces como si de caramelos se tratara. Tarde o temprano nos indigestamos.
Centrarnos en pocas cosas, cavando profundo en aquello a lo que nos abocamos. Abandonar el perpetuo turismo de los sentidos y de la mente. Sobre todo, no justificarlo como «nuestro modo personal de vivir», sino reconocer que los automatismos nos van ganando y proponerse un cambio radical para esa dispersión. En este mundo actual, esto último es muy necesario. Nadie duda de que si vas al mar y no llevas el timón terminarás naufragando en cualquier costa. Los valores y estímulos reinantes son peores que un mar embravecido. Nos hace falta mano firme en el timón, conocer bien la carta de navegación y sobre todo… invocar a Jesús para que venga a calmar la tempestad. (Marcos 4, 35-41)
Dos audios diferentes:
«Sobre la movilidad de nuestros pensamientos» de Casiano en (Youtube) y aquí en MP3
Hermanas y hermanos en Cristo Jesús, el próximo viernes 24 de septiembre a las 19 horas de España, 14 hs. de Argentina y equivalentes, si Dios quiere; nos encontraremos por Zoom con el Padre Javier Melloni SJ. Nos brindará una exposición sobre el tema «Los sentidos espirituales» y luego habrá un tiempo para efectuar preguntas. Aquí les dejamos el enlace para la reunión:
https://us02web.zoom.us/j/83083782051
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Muy buena síntesis para llevarlo a cabo el resto de mi vida.
Qué pena no haberlo descubierto antes.
Algo tan elemental y necesario para la no dispersión y para la no desesperación ante la incógnita de la vida.
Gracias Mario. Además, como siempre utilizas ejemplos tan básicos y terrenales, y se queda mucho mejor impregnado en el cerebro.
En relación al capítulo de ayer, la prisa, el ansia por concluir cualquier tarea propuesta rápidamente para iniciar la siguiente, en mi caso, es mi peor enemigo. ¿Cómo superarla?
Hola Aluincar! Se nos manifiestan las ansias como un derivado de la búsqueda de completitud. Es decir, sentimos carencia de plenitud en nosotros y salimos a buscarla en las cosas, las personas, el mundo en general. Esto nos da un fugaz alivio cuando encontramos algo que nos anestesie el dolor de esa carencia de plenitud. Pero al rato se reinicia el automatismo y estamos de nuevo en pos de algo que creemos está en aquel momento que sigue. Para superar esa ansia, necesitamos darnos cuenta de esto anterior que nos ocurre. Y al hacerlo, cambiar de dirección nuestra búsqueda. Hemos de aceptar que solo el descenso del Espíritu en el corazón o abrir nuestro corazón a la gracia, nos dará un bien que no se agota y que podemos llevar adonde vayamos. Al tener eso en nosotros, las cosas, personas o situaciones diversas dejan de ser «objetos» de los cuales queremos apropiarnos en muchos sentidos y se convierten en oportunidades para compartir la plenitud que vive en nosotros. Por supuesto esto dicho lo más brevemente posible. Un abrazo fraterno hermana, invocando a Cristo.
amén
Dices; “Evaluar nuestro grado de atención a la presencia de Dios” ¿podría tal vez traducirse en el grado de coherencia que experimentamos en las acciones realizadas durante el día? Es decir, si me arrepiento de algo realizado, quiere decir que hubo una incoherencia y por ende el grado de atención a la presencia de Dios fue poca? Por el contrario, si estoy satisfecho, contento con lo realizado, quiere decir que hubo coherencia o sincronía con los valores divinos y por ende en grado de atención a la presencia de Dios fue adecuado?
Quiero decir, que puede ser que no haya habido un estado consciente o verbalizado de atención sobre la presencia, sin embargo, el resultado de la acción haber sido satisfactorio y así concluir que Dios estuvo presente. ¿Acaso Dios no está presente cuando hay sincronía y coherencia en el actuar, y todo sale bien? En el sentido inverso, ¿puedo decir que estando en la presencia de Dios, y siendo coherente, los resultado del actuar siempre serán los adecuados?
Es quizás antojadiza la forma de expresarlo, o muy mental, sin embargo, siento que cuando quedo satisfecho y contento con las acciones realizadas estoy siendo fiel a la voluntad del Señor y por ende su presencia es cierta.
Hola Martín! Muy interesantes los matices que apuntas, para considerar tratar en algún vídeo sobre este tema de la coherencia. Para que haya coherencia tiene que haber un criterio fijo en base al cual esta pueda darse. Y además, la coherencia se produce en base a determinados factores, en nuestros temas: entre pensamiento, sentimiento y acción. Tener la enseñanza de los evangelios puede ser el criterio fijo. La atención a la presencia de Dios nos permite recordar y aplicar dicha enseñanza, en letra y espíritu, según la situación. Por otra parte, tu sabes, Dios siempre está presente. La satisfacción y el contento por las acciones realizadas es un buen parámetro pero no puede ser el único, ya que esas dos emociones pueden sentirse transitoriamente incluso haciendo algo dañino. Por eso atención y enseñanza evangélica no debieran faltar como marco para evaluar nuestra coherencia. Un abrazo y la seguimos. Cristo te cuide.
Efectivamente, el anclaje en el evangelio es de gran ayuda. Gracias
Un abrazo en Cristo.
Gracias a ti! Cristo te cuide