La paz del corazón
¿Verdad que no es fácil detenerse unos segundos entre una actividad y otra y repetir interiormente la oración esa que nos resulta tan entrañable? Suponiendo que nos hayamos dispuesto a efectuar esta ejercitación, ¿lo he recordado? Y si lo recordé, ¿tuve la presencia de ánimo como para efectuar unas pocas invocaciones y tomar así conciencia del cambio de actividad?
Cuando hacemos oración antes de actuar nos ponemos en la presencia de Dios, y al encontrar lo sagrado en nosotros lo transparentamos en las acciones que emprendemos. Pero la mente nos dirá que no hay tiempo, que no tiene sentido, que eso no valdrá de mucho para cambiar la frecuencia en la que vivimos y que esto y lo otro en una argumentación interminable.
Qué bueno sería que con suavidad, con paciencia y sin forzamientos, tratáramos de invocar lo divino antes de actuar. Podría ser que comprobáramos que esto nos sitúa en el presente, nos focaliza en el deber que la situación reclama y nos permita percibir al Espíritu queriendo manifestarse a través nuestro. ¡Quiera el Señor darnos la gracia de la atención paciente, de la humilde práctica, del caminar confiados hacia la paz del corazón!
Es un tesoro el que comparten con nosotros. Gracias infinitas.